Entradas en agosto, 2006


El barco

agosto 1st, 2006 - Sin categoría - Sin comentarios

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Una barca la tiene cualquiera, un yate algunos, pero barco sólo lo disfrutan los muy ricos tirando a fortunón. Paco ‘El Pocero’ tiene un barco inmenso porque con un barco se marca estatus, más si la tripulación te pregunta en inglés qué deseas tomar.Los barcos han definido la opulencia en España; Mario Conde tuvo un banco para tener un barco, cuando dijeron que le habían intervenido para quitarle el timón lo decían de manera acertada, el Banco de España lo mandó a pique. Vanidad es con uve de verano pero debería ser con be de barco. Hasta Felipe González en su día se contagió de franquismo para subirse al Azor y ahí la fastidió, porque si no quieres que te asocien con Franco no compartas su camarote donde las siestas son el roncar de la memoria histórica.Valentino tiene otro en el que se entra por la popa, (a posta), y donde Gwyneth Paltrow hace de mascarón policromado, a su lado un batallón de julais anodinos formados en la intelectualidad de los gimnasios de Grecia y Roma que no hablan lenguas muertas sino de las otras. Los Albertos suben y bajan continuamente de sus respectivos barcos para que se vea donde hay, porque en función de la desidia se aprecia quién tiene y cuánto manda. Alguien no entrenado, un pariente pobre que les visite, tropezaría y caería al agua del muelle donde se lo comerían unos tiburones con pedigrí, porque si uno tiene para barco también puede contratar el tipo de pez que le acompañe.
El barco-Pocero está hecho para fardar, como todos, ¡qué se creen!, no para salir al encuentro de los personajes de las novelas de Salgari. Un barco en condiciones tiene asegurado la mar tranquila, la incertidumbre se queda para los obreros de las olas. Si Madrid copiara a Venecia y los túneles de Gallardón se llenaran de agua, la M-30 sería un atasco de ego con las velas desplegadas con escudos de armas bordados. El barco-Pocero es un hotel de lujo hecho para recibir, lo que don Alvaro de Bazán se gastó en cañones, él se lo ha pulido en decoración y aparataje. Las páginas amarillas de la alta sociedad se redactan con los apellidos de los que toman el aperitivo en los pantalanes de la opulencia. A veces salen del puerto pero vuelven pronto porque se dan cuenta de que el salitre afea, de tal manera que es mejor instalar una cabina de rayos uva a bordo. El rico de verdad encuentra una satisfacción sublime en lo artificial, el moreno de máquina es de una elegancia exquisita, tuesta pero no cansa.

El barco-Pocero es un trasatlántico hecho para no zarpar nunca, dotado de los adelantos más sofisticados, no tanto para la navegación sino para cascar hígados por la envidia. Lo que el rico busca es un barco con varios pisos y helicóptero mini. Ahora que termina la temporada, Paco El Pocero y sus compañeros de muelle deberían montar unas jornadas de puertas abiertas como hace Marín en el Congreso. Es lógico el despliegue naval, para un constructor todo el mar es nostrum.

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Una foto con premio

agosto 1st, 2006 - Sin categoría - Sin comentarios

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En la última feria de Madrid hubo más emoción que aplausos, sin duda que el momento de mayor angustia es el que recoge Juan Pelegrin en esta foto premiada como la mejor de San Isidro, según Taurovent. Juan Pelegrin es un joven fotógrafo que acumula talento y ganas, un filósofo tan extraño que pasa de estudiar mitología griega a calzarse el traje de fotógrafo de fieras en el callejón de la Plaza. Allí, desde hace unos cuantos años, practica el arte de poner el ojo donde pone la intención (que decía Ana Belén).

Ser fotógrafo de toros no es fácil, hay que atrapar la escena y congelarla para siempre. Juan sabe de congelados más que el capitán Pescanova.

Esta foto es de premio pero les aseguro que tiene otras muchas más porque las he visto, pero Juan Pelegrin no es amigo de exposiciones sino de trabajos, si no le hubieran dado el premio nunca habría trascendido este momento sublime de la tauromaquia de urgencia. El toro, “Peletero” de la ganadería de Palha, y el torero, Rafael Rubio “Rafaelillo” se veían las caras después de un encontronazo terrible. Sus manos apoyadas en el suelo recuerdan una escena de Gladiator, el toro 513 kilos y el torero apenas sesenta. El miedo les pesaba igual a los dos pero el toro fue más fuerte y lanzó a Rafaelillo a sus lomos como el que se echa una mochila sangrante a la espalda. La muerte jugó entre los dos pitones pero esa tarde llevaba prisa, tan sólo una lesión de tendones en la mano para “Rafaelillo”. Según Juan “es el milagro más grande que he visto en mi vida”. Según los que lo vieron en directo, también.

La suerte tiene amigos muy extraños y a veces da besos en la boca. Esa tarde del último día de mayo de 2006, “Rafaelillo” tuvo suerte y Juan también. Ninguno de los dos sabía cómo iba a ser la siguiente escena. Pasó tal cuál. Hoy queda el premio y un cierto espanto cuando recuerdan el segundo, esculpido en mármol, en el que el diablo preguntó por el alma del torero sin saber que Juan estaba al otro lado dispuesto a hacer el quite con una reflex.

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