Otro cualquiera hubiera perdido la memoria y la cabeza después de escuchar en sede judicial la famosa grabación de los amiguitos tan cercanos, en cambio a Camps le queda capacidad para el olvido y eso le ha dicho al juez que investiga los pilles de Urdangarin con la Comunidad Valenciana. Dice el ex presidente que no se puede recordar aquello que se ha olvidado, una gran verdad.
Sin muchas ganas de contribuir a la aclaración de los hechos el mandatario se refugia en el privilegio a declarar por escrito en su despacho que es de todos porque es público. La primera duda que me entra es si habrá encabezado el escrito con una cruz piadosa escrita a boli, y después me pregunto si poner faltas de ortografía en documento judicial es un desacato, y hasta cuantas dejarán que se escapen. Camps prefiere el examen escrito que el oral porque no debe llevar muy trabajada la materia. Sólo faltaría que se hubiese cosido unas chuletas a la manga de uno de sus costosos trajes con los que sueña volver a primera línea de la política, algo que él no ha olvidado. Una cosa es que la gente le haya dado de lado y otra que él renuncie a ser quién es por elemento absurdo en el que se haya convertido. Un copríncipe de la Gurtel, nada menos.
La desmemoria le libró de aquel juicio de corte y confección y es la táctica para distanciarse de la Nòos aunque nunca le olvidaremos a bordo del Ferrari descapotable con Rita en paseo romano triunfal por el circuito de Valencia. De lo demás no se acuerda, no tendría sentido. Paco duerme con la conciencia tranquila como si a los ángeles desnudos no les hiciera falta corbata.
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