Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
RETRATO
Origen. Almoguera (Guadalajara), 1948. Currículo. «No soy doctor en nada, estoy formado en la universidad de la calle». Es diseñador y calígrafo desde 1972. El primer contacto con la imprenta lo tuvo siendo alumno de los Salesianos de Atocha. Comparte con su mujer (restauradora de papel) la pasión por la letra y la búsqueda de objetos para su extensa colección. Aficiones. «Los trabajos manuales: puedo ser fontanero, carpintero, electricista y zapatero». Debilidades. «El tiempo tranquilo y reflexionar, siempre acompañado de la lectura». Virtudes. «No sé, no me atrevo…». Defectos. «Soy propenso a la cólera llegado el caso».
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CON MUCHA CARA / «Un ‘graffiti’ en una pared me produce un revulsivo total» / «Como decía Mangel, dentro de poco, leer un libro será algo sospechoso» / «Me carteo con colegas que responden con unos sobres con la caligrafía muy esmerada» / «Tenemos que hacer las cosas y además hacerlas bien. Hasta en el amor» / «A mí no se me caen las uñas»
RAFAEL MARTINEZ-SIMANCAS
Javier García del Olmo maneja la pluma y la ironía con facilidad, es un diseñador gráfico instalado en la era digital, pero en realidad podría ser también un pendolista de los antiguos, de aquellos que hacían de la caligrafía un arte. Su mano es capaz de dibujar múltiples tipos de letra. Esa virtud justificaría la entrevista pero es que, además, posee la mayor colección de Europa de objetos de escritura, más de 50.000 piezas (libros y útiles de la tipografía). Una colección privada que pide a gritos estar en un museo al alcance de todos.
Pregunta.- La letra es perfecta, ¿nosotros no?
Respuesta.- Es una cuestión de educación, quizá el español en países del norte de Europa se asuste ante el orden… a veces se potencia al graffitero.
P.- ¿Le molestan los graffiti?
R.- Un graffiti en una pared me produce un revulsivo total, puedo montar en cólera.
P.- ¿Bill Gates mató a la caligrafía?
R.- La democratización de la tecnología ha fomentado que alguien compre una cámara y piense que es fotógrafo, o que es diseñador.
P.- ¿La trampa es la tecnología?
R.- La gente se deja llevar por un sistema de consumo, en el fondo se añora el tiempo plácido, la conversación lenta (¡eso existe!).
P.- ¿Hay que saber buscar el interlocutor?
R.- También se puede hablar solo como en Fareninght 451… Un hombre, un libro. Como decía Mangel, dentro de poco, leer un libro será algo sospechoso.
P.- ¿Escribir a mano será delictivo?
R.- Eso es una broma y, como toda broma, tiene su miga.
P.- ¿Hemos dejado de valorar la escritura?
R.- Porque lo que se posee no se aprecia.
P.- ¿Por qué desaparecieron los plumines?
R.- Porque los métodos de enseñanza cambiaron, los métodos de hoy son horrorosos, un niño no puede aprender a escribirhaciendo palitos y círculos.
P.- ¿Sus cartas son a mano?
R.- Lo intento, cada vez menos. Eso sí, me carteo con colegas que responden con unos sobres con la caligrafía muy esmerada.
P.- ¿Es persona ordenada?
R.- ¡Ya me gustaría! Me conformo con tener las cosas a mi alcance y encontrarlas.
P.- ¿Qué placer le aporta coleccionar?
R.- Lo que más me gusta es coleccionar tratados y manuales de la enseñanza de la escritura, también plumieres y tinteros.
P.- Volvamos a los trabajos manuales.
R.- Un amigo, Juan Bordes, sostiene que en los trabajos manuales infantiles está el concepto de iniciación del arte contemporáneo.
P.- ¿La prisa no va con usted?
R.- Me gustaría trabajar más lento, lo que está ocurriendo es una barbaridad, se publica con errores para cumplir con una fecha.
P.- ¿Dónde está el error?
R.- El hombre, en general, está tonto. El hombre hace muchas «tontunas».
P.- ¿Madrid tiene memoria?
R.- De los escribanos de los Austrias no queda nada, salvo algunos coleccionistas privados como Lázaro Galdiano o la Biblioteca Nacional.
P.- ¿Por qué no crea un museo?
R.- En eso estamos… he tenido algún encuentro con el Ayuntamiento, pero los políticos son efímeros, duran cuatro años.
P.- ¿Podrían hacer más los políticos?
R.- Tierno Galván creó la imprenta artesanal del Ayuntamiento, que es un patrimonio para los madrileños.
P.- ¿Cómo se llamaría su museo?
R.- Lo tengo claro: Museo de la Caligrafía y Arte del Libro.
P.- ¿Los niños desconocen estos objetos?
R.- Alguna persona que ha venido a mi despacho me ha preguntado qué es una plumilla. Hay una generación que no conoce los instrumentos de escritura.
P.- ¿Se perderá ese arte para siempre?
R.- Es curioso: Estados Unidos (país que nos lleva la delantera tecnológica) está recuperando los valores de la caligrafía.
P.- ¿Los americanos son los nuevos monjes?
R.- Sí, unas élites profesionales la cultivan y se preocupan por la caligrafía.
P.- ¿Sus objetos están asegurados?
R.- ¡Ya empezamos! No tengo objetos de oro y plata.
P.- ¿El placer es guardar o enseñar?
R.- Compartiendo, que es una manera de enseñar, se disfruta más.
P.- ¿Es usted el Gutenberg del barrio de Salamanca?
R.- (Risas) Le acepto la broma, claro.
P.- ¿Cómo sale una buena letra?
R.- Con autoridad y con disciplina, tenemos que hacer las cosas y además hacerlas bien. Hasta en el amor.
P.- ¿La letra con sangre entra?
R.- Es un axioma de la enseñanza victoriana inglesa, es algo muy cruel.
P.- ¿El mejor consejo?
R.- Lo que decía Quintiliano: hay que escribir despacio para poder escribir deprisa.
P.- ¿Quién limpia su colección?
R.- Yo; a mí no se me caen las uñas.
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