Entradas en agosto, 2004


Generación Gasol

agosto 27th, 2004 - Sin categoría - Sin comentarios

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Pau Gasol es el español nuevo que ha surgido de las alturas. Cada cierto tiempo se le toma el pulso a la sociedad de nuestro país para ver cómo anda y ahora se impone el estilo de este joven catalán más que alto, criado a la sombra de la democracia, alejado de prejuicios centralistas, ambicioso con motivo y líder en la cancha. Pau no conoció a Franco, ni los planes de desarrollo, nunca condujo un 600, no hizo la mili, no fue un flecha de campamento y no tiene nada que ver con la Macarena de Los del Río.
Es un español que triunfa en los Estados Unidos de América sin necesidad de taconear o tocar la guitarra; capaz de hablar idiomas con la solvencia de un políglota y la rapidez de un taxista.Hasta llegar él nunca habíamos sido ni tan altos ni tan elegantes en los movimientos.

Antes tuvimos en la cancha a Romay, un tipo encantador contando chistes y como animador de galas televisivas pero que se botaba el balón en la punta del pie (sus zapatillas de la mili lucen en las vitrinas del Museo del Ejército junto a la Tizona; tienen la dimensión de una patera y las anchuras de un aeroplano). Antes de Gasol, los gigantes habían sido tipos de verbena a los que se visitaba en una caseta, por su culpa los niños tenían pesadillas durante todo el invierno.

Para ser un arquetipo social se ha de dar la circunstancia de que la persona elegida no lo haya querido; exacto, eso es. Con él termina el complejo ante las suecas de las películas de Esteso, o el hidalgo español de triste figura y más penosa cuenta corriente que encarnaba José Luis López Vázquez. Ahora las suecas y resto de vikingas se le acercan con ganas de piropearle, arriman manteca con ganas de rascar, algo insólito en nuestras latitudes carpetovetónicas.

Por lo tanto, hay vida sin llevar bigote, calcetín gris perla y peine en la cartera. Gasol es el español laico independiente pero de verdad, el modelo que soñaron los exiliados liberales del siglo XIX que se comían las palomas de las Tullerías porque andaban sobrados de ideales pero cortos de manteca que echarse a la boca.

No es un producto de laboratorio como lo fue Nadia Comaneci, sino la feliz consecuencia de la normalidad y los alimentos bien preparados. No sabe de coplas, no se emociona con las canciones de rompe y rasga, no tiene líos en las revistas del corazón, parece un tipo corriente, salvo que su cabeza sobresale entre las filas de los que hacen cola para coger el rancho en la Villa Olímpica de Atenas. Y además gana en un deporte que inventaron los gringos para humillarnos a todos los demás. Está por encima de las dos Españas porque les saca la cabeza, sobrepasa las dimensiones hasta ahora conocidas.

No es el mejor jugador de baloncesto del mundo, tampoco creo que le importe, pero tiene la mirada de águila de Michael Jordan, ese hombre que vivía en el viento. Su mayor mérito ha consistido en pegar a la pantalla a los que no tienen ni pajolera idea de baloncesto (la inmensa mayoría). ¿De dónde ha salido este chico? Se preguntan los que siguen las andanzas de los Beckham boys…De ahí arriba.

Dos árbitros pitachuflas le han dejado sin medalla, da igual, él se ha puesto el himno en los auriculares de su walkman.

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La vidilla olímpica

agosto 18th, 2004 - Sin categoría - Sin comentarios

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

No sólo de saltos se alimenta el hombre, y la mujer. Una vez superado el estrés de la competición, a uno le quedan ganas de holgar, sobre todo cuando se tienen 20 años y un cuerpo elástico. Asuntos del rascar le llaman. Ustedes me entenderán, llegada la hora de la siesta de los faunos, te puedes encontrar con el culo de Ana Paula Conelly, culo campeón por sí mismo a la espera de que lo santifique el medallero olímpico.
Ana Paula pertenece al real y muy glorioso cuerpo de jugadoras de voley playa, no es que tengan gran conversación sobre los presocráticos, pero te puede alegrar el día. A la grupa le han puesto un nano-quini, un traje de baño que lleva tatuado el hierro de la casa: Brasil. Pero le cabría otro país más largo: Swazilandia, por situarnos en el mapa. Bajo su trasero arqueado a la espera del saque podría pasar el Queen Mary II con toda la tripulación de gala.

Príapo también era un dios muy respetado, hijo de Dionisio (rey del vino) y de Afrodita (tremenda hembra que también dejó sus marcas olímpicas para la historia). Príapo despierta a los corredores de pentatlón con una descarga placentera.

Tomar un café en la Villa Olímpica tiene mucho peligro, igual topas con Ana Paula que con las chicas de jockey sobre patines (tienen el encanto de imaginarlas como extras en cualquier anuncio de Martini). Y quien dice bellezas de ébano sobre la pista también se refiere al equipo de natación sincronizada, autómatas de la sonrisa a las que es fácil imaginar duchándose juntas, peinándose juntas, ligando juntas y dándose la pintura de los pies a cuatro manos.

Entre ellas, Gemma Mengual, a la que no se le conoce una mala tarde, ni en el estrés de la inauguración cuando convirtieron la pista del estadio en un híper de la vanidad musculada. Allí estaba Gemma en su condición de sirena de mar de Nike, tal cual ella, una belleza de friso. Y eso que el uniforme de andar por la villa está sacado de una canción de Martirio: «con chándal y con tacones arreglá pero informal». Pero siempre hay gente que le saca partido a la adversidad: la diferencia entre un atleta y un dominguero es la forma de lucir el chándal, básicamente eso, y también las horas de gimnasio, los masajes deportivos, las tablas de abdominales (que en realidad son abominables), y el no llevar las llaves del coche en el bolsillo.

Los del triple salto no llevan nada en los bolsillos porque se pasarían la vida buscando monedas y calderilla en la arena. Sólo el estilo de los deportistas es capaz de convertir un lugar sórdido en el casino de Montecarlo, ellos también cruzan sus apuestas y el resto lo hace Eros, que en su versión más canalla es Príapo.En un lugar tan vaciloforme se puede estirar el ojo y darse al placer de contemplar el deseo recién salido de la ducha y con el pelo mojado.

Las judokas, en la intimidad, sólo llevan puesto el cinturón negro. Para eso los jamaicanos han organizado un festival nocturno de mucho coloque, aunque sin sustancias dopantes, un baile en honor a su dios Bob Marley (el que fumaba lento pero murió deprisa).La alegría es una estatua de las brasileñas de voley playa, idolatrar un culo no puede ser pecado.

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La cultura del error es un género por descubrir

agosto 4th, 2004 - Libros, Rafa en la prensa - Sin comentarios

Por: EMILIO LAHERA

Rafael Martínez-Simancas lleva más de veinte años ejerciendo el oficio de periodista. En el año 2001 obtuvo la Antena de Oro por la dirección creativa de Onda Cero y por el resumen de tertulias que hacía en La brújula del mundo, con Victoria Prego. Es también columnista de El Mundo, La Gaceta de Salamanca y el Boletín de la Tarde. Acaba de publicar el libro Estoy en el candelabro, editado por La Esfera de los Libros.

Pregunta: Oiga, ¿es tanta la estulticia existente?

Respuesta: Sin duda que usted, audaz periodista e informado crítico, intuye la respuesta: sí? es mucha, es tremenda, es apabullante, es como un eco de botellas de gaseosa vacías, es nada de ida y vuelta. La estulticia más que inundar, pringa. Caer en sus redes es peligroso: uno se deja el cerebro en casa y a partir de ahí todo es terrible. Ahora bien, entre la estulticia hay grandes pensamientos, no olvide que la cultura del error es un género por estudiar. Me refiero a esa gente que acierta cuando se equivoca.

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Diferentes formas de combatir el calor

agosto 4th, 2004 - Sin categoría - Sin comentarios

Por: EMILIO LAHERA

Ser o no ser, estar o no estar, dónde, cuando, con quién. Infinitivos negados por la reflexión que convierte en dudosa cualquier identidad, cualquier paisaje, cualquier lugar en el tiempo, huidizo como el llanto de los niños cuando todavía no saben quiénes son y todavía no saben que el estar tiene una negación con terrible nombre propio como es el de Ausencia. Estoy en el candelabro es el título del libro de Rafael Martínez-Simancas por el que hemos pasado los ojos para que nuestra mente se desperezara del calor; también sobre Las Américas, otro interesante texto de Felipe Fernández-Armesto, en el que revisa el devenir histórico de aquel vasto continente que se conoció como “Las Indias”. Dos propuestas de lectura muy diferentes.

Título: Estoy en el candelabro
Autor: Rafael Martínez-Simancas
Editorial: La Esfera de los Libros
Precio: 16 ?

Rafael Martínez-Simancas (no confundir con el otro, a quien le falta nada menos que el período de la izquierda del guión: Martínez, entre otras cosas porque éste estaba aquí antes) es alto pero no rubio, por lo que nunca se podría equiparar a la cerveza; en realidad es calvo, desde muy temprana edad; pero, en su caso, la calvicie tiene dos consecuencias: una, que de él nadie podrá decir nunca -como se puede decir de muchos con poblada cabellera, e incluso calvos- que tiene la cabeza sólo para peinarse; dos, que permite ver el brillo de su bruñido cráneo, un brillo que no se debe al uso de lociones especiales sino, estrictamente, al talento. Por lo demás, es un ser muy poco normal, exceptuando que es periodista; aunque también ahí se desmarca: es un hombre de radio y, sin embargo, habla poco; y escucha mucho, quizá más de lo conveniente para su salud; muchas de las cosas que nos gustan de algunos programas de radio que llevan afamados “conductores” se deben a él, quien, más que hablar, trabaja en la luminosa penumbra de la creación radiofónica. En la foto de la solapa del libro nos mira directamente en primer plano y, aunque parece que sonríe, en realidad se está riendo; solo que la carcajada está encerrada -por si acaso- en un gesto hermético e indescifrable que puede llegar a turbar a quien nunca haya realizado ese complicado ejercicio.

Nos trae ahora un libro, Estoy en el candelabro, que subtitula Y otros nardos en la palabra, en nada escondido homenaje al desaparecido Lázaro Carreter. Son 300 páginas sembradas de escogidos “nardos” pronunciados por la boca de todo tipo de gentiles del mundo entero, desde Jeb Bush a José María Aznar, Idi Amín Dada, el príncipe Felipe, Fidel Castro, Alfonso Guerra, Richard Nixon, David Bustamante, Esperanza Aguirre, Silvio Berlusconi, Mar Flores, Ana Obregón, Victoria Adams y otros muchos personajes y personajillos de la apasionante historia de la que formamos parte; el título del volumen se debe a Sofía Mazagatos, que en un momento de lucidez articuló: “Me gustan los toreros que están en el candelabro”, frase más o menos de la misma gloriosa época en que nos regaló otra tal “Me encanta cómo escribe Vargas Llosa. No he leído nada de él pero le sigo”. Épicas expresiones de legítimos deseos y satisfacciones de un personaje que, merecidamente, está también en el candelabro.

El conjunto de las frases recogidas (cuya selección imaginamos ha debido ser una labor difícil dada la cantidad de tela que hay para cortar), bien que tiene su enjundia, no es lo más interesante del libro, sino los textos que motivan en la pluma de Martínez-Simancas. Son textos de dos, tres o cuatro páginas en los que lleva a cabo un desguace de la frase, un recorrido por las íntimas motivaciones que la generan o la pueden generar; una disertación bien histórica, sentimental, psicológica, emocional o sociológica, pero siempre con un afilado sentido del humor, nunca bastardo y chabacano sino culto; y, por si fuera poco, excelentemente escrita en la lengua de nuestros mayores.

De tal manera, el mayor interés radica, como decimos, en el trabajo de desmantelamiento y disección debido a la originalidad del tratamiento en el que se mezcla el imaginario del autor con otros como el de Jardiel Poncela, Gómez de la Serna e incluso el de Cela antes de que Cela perdiera interés. Los apóstrofes que lanza como dardos se transforman en nardos precisamente porque el autor practica la piedad y la bonhomía, una actitud que aflora desde la sabiduría de entender que el asunto es incorregible, que no tiene remedio y que lo peor está todavía por venir. Hay, pues, un toque de amargura cual es la del observador ya impasible a fuerza de ver el estado del patio del mercado de la aldea global. A través de sus textos se puede conocer a un autor, averiguar sus fobias y sus filias; y en este caso, deducir que, para su mal, es un librepensador sin ataduras a quien tampoco la situación le subleva porque poco espera ya de la estulticia; en realidad se ha convencido de que no debe esperar nada, y, por no esperar no espera ni al autobús, del que, de hecho, parece haberse apeado hace rato como quien se apea del mundo.

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