Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
La política del equilibrista tiene mucho de partido de fútbol, lo que cuenta es el último minuto y ETA ha tenido a Zapatero jugando hasta que le ha marcado un gol, a partir de ese momento todo cambia. De poco sirve hoy recordar el crecimiento de nuestra economía y la consolidación de las libertades si tenemos el aliento del chacal en la nuca. Si el presidente está apesadumbrado los demás se puede hacer una idea de cómo estamos, ETA le ha gastado la broma macabra al día siguiente de anunciar que el año que viene estaríamos mejor, ¿en qué manual de boy scout basaba su esperanza?, ¿alguien puede creer en la palabra de ETA y tenerla como baza programática?, la locura de la confianza ciega nos lleva a este punto de desencuentro. Por desgracia tenemos una democracia vigilada que depende de un telefonazo avisando de la colocación de un artefacto. Promesas, palabras, buenas intenciones, procesos de paz, carantoñas y mimos, no son nada cuando un reloj detonador coincide con la hora programada. Y si los daños materiales son cuantiosos se pueden hacer una idea de los daños morales a las personas de buena fe que confiaron en acabar con la violencia aunque sea invitando a los terroristas a comer cocido.
La bomba la pusieron en la T4 de Barajas, terminal que simboliza el desarrollo empresarial de España en forma de puerta al cielo de increíbles dimensiones, pero en realidad se la colocaron al gobierno debajo de la almohada de un sábado previo a las uvas de fin de año. Los testigos dicen que el aeropuerto olía a humo y es posible que el azufre llegara hasta el último rincón de España.
En este momento caben dos opciones y mucho me temo que prevalezca la airada sobre la reflexiva. Con los criminales no hay que perder la guardia pero tampoco que la acción política se vea enturbiada por posturas maximalistas, la bomba nos la han puesto a todos y no la ha activado el Gobierno, (aunque algunos insistan en culpar a Zapatero de todos los males de España). En todo caso hay que culparle de haber jugado con el deseo de paz de los españoles, de habernos hecho creer que era Houdini redivivo, capaz de hacer un truco de magia que resolvería nuestro gran problema que es la violencia. Probablemente seamos el pueblo con más ganas de convivir en paz pero con más dificultades para que eso se cumpla.
Regresan los cálculos y se miran los calendarios para ver cuándo ETA calló por última vez para medir la distancia del engaño; otra vez, una vez más. Los bomberos podrán apagar la columna de humo de Barajas pero a ver quién nos devuelve la ilusión que teníamos en ver el final de la brutalidad etarra.
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