La vidilla olímpica

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

No sólo de saltos se alimenta el hombre, y la mujer. Una vez superado el estrés de la competición, a uno le quedan ganas de holgar, sobre todo cuando se tienen 20 años y un cuerpo elástico. Asuntos del rascar le llaman. Ustedes me entenderán, llegada la hora de la siesta de los faunos, te puedes encontrar con el culo de Ana Paula Conelly, culo campeón por sí mismo a la espera de que lo santifique el medallero olímpico.
Ana Paula pertenece al real y muy glorioso cuerpo de jugadoras de voley playa, no es que tengan gran conversación sobre los presocráticos, pero te puede alegrar el día. A la grupa le han puesto un nano-quini, un traje de baño que lleva tatuado el hierro de la casa: Brasil. Pero le cabría otro país más largo: Swazilandia, por situarnos en el mapa. Bajo su trasero arqueado a la espera del saque podría pasar el Queen Mary II con toda la tripulación de gala.

Príapo también era un dios muy respetado, hijo de Dionisio (rey del vino) y de Afrodita (tremenda hembra que también dejó sus marcas olímpicas para la historia). Príapo despierta a los corredores de pentatlón con una descarga placentera.

Tomar un café en la Villa Olímpica tiene mucho peligro, igual topas con Ana Paula que con las chicas de jockey sobre patines (tienen el encanto de imaginarlas como extras en cualquier anuncio de Martini). Y quien dice bellezas de ébano sobre la pista también se refiere al equipo de natación sincronizada, autómatas de la sonrisa a las que es fácil imaginar duchándose juntas, peinándose juntas, ligando juntas y dándose la pintura de los pies a cuatro manos.

Entre ellas, Gemma Mengual, a la que no se le conoce una mala tarde, ni en el estrés de la inauguración cuando convirtieron la pista del estadio en un híper de la vanidad musculada. Allí estaba Gemma en su condición de sirena de mar de Nike, tal cual ella, una belleza de friso. Y eso que el uniforme de andar por la villa está sacado de una canción de Martirio: «con chándal y con tacones arreglá pero informal». Pero siempre hay gente que le saca partido a la adversidad: la diferencia entre un atleta y un dominguero es la forma de lucir el chándal, básicamente eso, y también las horas de gimnasio, los masajes deportivos, las tablas de abdominales (que en realidad son abominables), y el no llevar las llaves del coche en el bolsillo.

Los del triple salto no llevan nada en los bolsillos porque se pasarían la vida buscando monedas y calderilla en la arena. Sólo el estilo de los deportistas es capaz de convertir un lugar sórdido en el casino de Montecarlo, ellos también cruzan sus apuestas y el resto lo hace Eros, que en su versión más canalla es Príapo.En un lugar tan vaciloforme se puede estirar el ojo y darse al placer de contemplar el deseo recién salido de la ducha y con el pelo mojado.

Las judokas, en la intimidad, sólo llevan puesto el cinturón negro. Para eso los jamaicanos han organizado un festival nocturno de mucho coloque, aunque sin sustancias dopantes, un baile en honor a su dios Bob Marley (el que fumaba lento pero murió deprisa).La alegría es una estatua de las brasileñas de voley playa, idolatrar un culo no puede ser pecado.

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