Los Cien Mil

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

La vicepresidenta se hizo ayer un lío numérico, un traspié verbal, un lapsus calami que dicen los juristas. En lugar de enviar al Líbano 1.100 soldados, dijo que serían Cien Mil (se supone que a los Cien Mil Nietos de los Hijos de San Luis, un tanto deteriorados sus uniformes por el paso del tiempo).
De las Cruzadas a esta parte, cuando se habla de tropas en Tierra Santa uno no puede andarse con chiquitas. Se le fue el santo a la batalla.

De la Vega ha leído poco a Napoleón, además aquí se nos da mejor la guerrilla maqui antes que el despliegue faraónico de efectivos. Y digo más: si al difunto Millán Astray le dicen que hay cien mil legionarios dispuestos, se levanta de la tumba y aplaude con la mano que le faltaba.

Para encabezar a los Cien Mil Hijos del Error no tenemos a un duque de Angulema para situarlo al frente (Luis Antonio de Borbón se daba un parecido físico a Punset en los retratos, por lo tanto, debía ser un comisionado plasta al tiempo que un carca con bigudíes).

Las misiones de paz del Ejército español han tenido éxito porque estuvieron encabezadas por mandos rigurosos que no buscaron la fama sino el cumplimiento del deber.

No se azore la señora vicepresidenta porque no hará falta que enviemos al mogollón uniformado, por otra parte, nuestros efectivos no deben ser tan numerosos. Para alcanzar la cifra habría que llamar a filas hasta a los últimos de Filipinas, o en su defecto a los nietos de los héroes del Baler. Lo dicho: un desastre numérico que acompaña a una cuestionada medida política.

Esta curiosa manía de Zapatero de no levantarse al paso de la bandera norteamericana, pero sí de desplegar tropas, nos lleva a Felipe II: los socialistas han conseguido que en los destacamentos españoles no se ponga el sol. Igual como eslogan es pelotudo, pero como riesgo lo es aún mayor.

No hace falta acudir a las conclusiones del último Congreso de Matemáticas para darse cuenta de que para la paz no faltan cien mil, sino que sobra uno: Felipe en Teherán. Lo olvidadizos que resultan algunos con Vera y Barrionuevo, y lo dados que son al abrazo del oso.

Un día antes de que la vice calculara por alto, una presentadora de la CNN se coló en el discurso de Bush hablando mal de la cuñada. Hay días en los que el inconsciente chilla como un somier de motel, imposible callarlo.

Prefiero lo de la cuñada de la presentadora, no es cotilleo sino necesidad: ¿será tan bruja?, ¿y si la enviamos al Líbano? Seguro que nos salen cien mil cuñadas para desplegar en zonas de peligro, pero que sean tan metomentodo como la de la presentadora; quizá no solucionemos el conflicto, pero judíos y palestinos aprenderán a hacer unas croquetas magníficas. Igual el sentido de la vice iba por ahí.

Compartir:

Etiquetas: ,

Deja una respuesta

*