Juicios paralelos, vidas para lelas

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Quíén le iba a decir a la Pantoja y a los abertzales de ANV que iban a compartir duelo judicial en la misma semana!, siempre que hay un proceso de desencanto se puede degenerar en el peor de los espantos, (el pleonasmo no es gratuito, palabra). Incluso quién le iba a decir a Julián Muñoz que iba a estar en huelga de hambre, de todos los caminos que podía tomar el presunto malayo el peor ejemplo es el del terrorista De Juana Chaos, hermanarse con el canalla dice bastante del ex alcalde marbellí. El paso de Muñoz por la huelga de hambre ha sido tan fugaz y miserable como el que tuvo en política: digno de olvidar y propio de rufianes.
Mientras tanto el juez Torres va cosiendo los legajos de un sumario que no acaba nunca y que se completa con un goteo de personajes de baja estofa y futuro incierto, entre ellos Pedro Román que fue la mano derecha del gilismo más duro en aquellos tiempos del mármol y la mafia rusa. Tienen suerte los malayos de que su señoría no tenga en cuenta el mal gusto como tipo penal, en ese caso a la mayoría no salían de la cárcel hasta que no se deshelaran los polos. Lo que juzga la Operación Malaya es la versión más cutre de la cultura del pelotazo y del todo vale, aunque no estén tan convencidos de que se ha acabado, algo parece indicar que Mauel Conthe le tiene jurada la venganza a la nueva beutiful del PSOE.
Es tiempo de sacar la ropa de verano del armario, de encuestas electorales y de sumarios judiciales. Tiempo de mirar la Liga de reojo, de escuchar los discos de la Pantoja con pena y de pensar en el juez Torres al que le toca poner en solfa a un estilo de vida español que consistía en la trampa como código de conducta. Personajes como Pantoja, Muñoz, Román, Roca, o Fidel San Román, han conseguido pasar de la prensa del colorin a las portadas de las ediciones nacionales de los periódicos. Ellos no contaban con ser carne de escándalo, su reino estaba pensado para mil años al estilo de lo que creía Goebbles que iba a ser el III Reich. Pero sus vidas paralelas, (más bien para lelas), han ido a converger en el mismo sumario, tantos años de riqueza ajena para caer en el agujero de la vanidad que todo se lo traga: barcos y reyes, malayos y sicarios, ruines convertidos en letras de tango.
El personal va a los conciertos de la Pantoja esperando a que la policía entre en el escenario y la espose como parte del show. Isabel deja en libertad a un hijo grande e incapaz, preso de su condición.
La gente desconoce las maniobras de ANV para eludir al Supremo pero está al día de las desventuras de la tonadillera, la última en Valladolid. Si hicieran un Tomate con abertzales, De Juana sería la Pantoja con chándal de cola.

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