El nuevo callejero madrileño

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Umbral, Polanco, Emma Penella y Gabriel Cisneros están en el taller, ahí pulen las placas que lucirán en forma de calle de aquí a la eternidad. Gabi Cisneros era un tipo entrañable y seguro que no le va a importar dónde le pongan, lo suyo fue dialogar siempre, no estaría mal que su dirección acabara en una plaza que sea confluencia de opiniones y lugar de reunión. A Emma Penella le gustaban la risa y la escena, por lo tanto cualquier calle orientada al Oeste y que tenga luz, mucha luz, (una continuidad del último verso que se encontró en el bolsillo de Antonio Machado: «Estos días azules y este sol de la infancia»).

No tengo ni idea de dónde pondrán la calle Francisco Umbral, pero allí se debería mudar el café Gijón para fijar nueva residencia. Café Gijón en Umbral, número 1 sería una greguería del gusto de Ramón Gómez de la Serna al que tanto escribió Umbral por haber sido el mejor surrealista que calcó Madrid en 100 escopetazos certeros de ingenio. La calle de Umbral debe tener unos árboles de hoja giratoria (no caduca), que te sigan al caminar porque la curiosidad impertinente es alimento de cronista. Una calle parisina donde las tatas de familia bien saquen a pasear caniches con jersey; por supuesto, que mire a la sierra para usar bufanda 10 meses al año. Y, luego, está la calle Jesús de Polanco que si por el entusiasmo del alcalde fuera la colocaba sustituyendo a la calle Mayor, pero por el momento con las calles de Madrid no se pueden hacer opas, ni son susceptibles de perder su categoría postal.

También pudiera ocurrir que por culpa del «fuego amigo», que tanto preocupa a FG (es Felipe González y lo escribo así en homenaje a Umbral, aunque a los lectores más jóvenes les suene más ZP, pero me refiero a los tiempos en los que FG gobernaba creyendo que su sustituto aún estudiaba COU), pusieran la calle Jesús de Polanco donde están los estudios de La Sexta. La maldad no tiene límite y la falta de oportunidad, tampoco. No descartemos que haya alguien que se siente en un pajar y se clave la aguja del cuento, es un riesgo que deben asumir quienes salen al campo los domingos.

Nunca, que en ningún caso se crucen las calles Francisco Umbral y Jesús de Polanco porque haría un viento de la leche, un frío incluso en el julio más enrojecido. Por lo demás, habrá que actualizar el navegador de los taxis, pero como la imaginación no se descarga a través de un puerto USB, podemos suponer cómo sonaría esa voz metálica diciendo: «Entre a la calle Polanco y al fondo a la izquierda gire por Libertad hasta llegar a Francisco Umbral». Sería un homenaje continuo a la Transición española, pero con semáforos y paso de peatones.

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