Carla y yo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

De una manera discreta pasearon por Eurodisney, de una manera discreta viajaron a El Cairo en un avión de rico, de una manera discreta salieron a cenar? y todo fue captado de una manera discreta por unos fotógrafos que ?casualmente? pasaban por allí. Desde que se enterró a Tutankamon no se había vuelto a ver tal concentración de personal en el Valle de Luxor, los turistas se pasmaron ante el nutrido séquito. A cualquier hora que usted ponga la televisión aparecen estos dos enamorados con el descaro propio que da el subidón de la feromona y la inconsciencia de la edad, (en caso de él que vive una segunda juventud, sólo falta que le salgan unos granos con pus). Sarkozy y Carla Bruni se cruzaron un día y desde ese momento no han dejado de conocerse, bien es verdad que con la impudicia de dos personajes de la prensa del corazón y con el ansia de un forense porque todo amor lleva al destripe de las pasiones y al análisis último de sus causas a riesgo de hacer el ridículo. A fin de cuentas el ?coup de coeur? es un invento francés, aquí se le llama encoñamiento, con eñe de España. Es un término que viene en el diccionario básico de la pana.
Sarko no paga canon digital porque en su vida canta la auténtica Bruni y no una copia ilegal como tantas. En cierto sentido el presidente se ha ligado a Miss Top Manta que tiene un lento mirar y una estampa a lo Jacqueline Kennedy con gafas oscuras de funeral de Estado. Carla, lejos de tocar su guitarra en el metro de París ha preferido tirar de repertorio por los jardines de Versalles, (siempre que se pueda hay que huir de la miseria porque no conduce a nada bueno, que se lo digan a Van Gogh que murió en la más gloriosa de las indigencias artísticas). Aunque tiene voz memorable no maneja letras a lo Brassens, ni de lejos, para eso le falta mala leche y mostacho de gendarme. Hasta es posible que haya echado a perder su carrera musical para convertirse en objeto de compañía de un señor bajito que igual libera secuestrados que cuenta chistes en la casa de los Bush, a lo ?Chiquito de la Rue?, y que tiene perfil de muñeco de tarta nupcial. Sería extraordinario que él dejara la presidencia de Francia para hacerle los coros a su chica, aunque el ejemplo de Julián Muñoz no parece el más adecuado para un gobernante que aspira a ser el Blair de principios de siglo.
Desde luego que si Sarkozy quería que se hablara de él, y menos de los problemas que le rodean, lo ha conseguido con notable éxito. Juntos son un video promocional de la oficina de Turismo de Francia. Son tan empalagosos que podrían sufrir una subida de insulina repentina y dolorosa. Cuando ella le dice a él que se ha levantado ?marsellesa?, Sarko entiende que le espera un ?jour de gloire? como el que cantaban en el bar de Casablanca. Por eso están juntos, porque forman una revolución, porque ni Napoleón logró encontrar tanta belleza en Egipto como la que acompaña a Sarkozy.

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