La industria del mal

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Por favor, sonrían antes de que el barco se hunda. Lo ha dicho el gran gurú de la economía, Alan Greenspan que anuncia una recesión peor de la que se produjo tras la II Guerra Mundial, y esta vez sin poder echarle la culpa a Hitler. Según este augur de la nigromancia, las cifras del alegre consumo irracional hacen las funciones de la orquesta del ?Titanic?, (consumimos luego nos ahogamos). Entre Greenspan y su primo Peter Pan prefiero a este último aunque lleve leotardos verdes. El presidente de Cantabria, el lenguaraz Miguel Ángel Revilla, le terminará denunciando como ha hecho con el hombre del tiempo al que Revilla culpa de pregonar el terror de las isobaras cuando se acercan las vacaciones. Greenspan los tiene cuadrados al afirmar que volverán las hambrunas; una manera de hacer régimen por narices, lo que se conoce por la dieta de la inflación subyacente. Vuelven las tardes de separar piedras de garbanzos, (no es una metáfora bíblica sino una maldición de la posguerra, un pasatiempo al que nuestras abuelas dedicaron horas en la mesa de la cocina).
Una solución para salir del pozo sería legalizar la economía sumergida y darle categoría de industria a la producción de los que trabajan para el mal. La semana pasada caía en Madrid una red de piratas informáticos que tenían una capacidad de ?tostar? discos y películas verdaderamente envidiable. La policía, siempre tan creativa para nominar sus grandes acciones, le llamó ?Operación Sudoku?, en realidad era para quitarse el cráneo en señal de respeto. Los chinos implicados en las copias eran capaces de sacar a la calle más de treinta y cuatro mil discos y películas al día, ni en Hollywood serían capaces de generar esa producción. Por supuesto que trabajaban para el mal, ¡sin duda!, pero generaban riqueza. Si obviamos ese pequeño detalle del pirateo, Jesús Caldera debería proponer al cabecilla de la organización, Qianghua Cai, a la Medalla del Trabajo. Ante las crisis hay que potenciar la imaginación alternativa. Horas después conocimos el desmantelamiento de una red familiar que se dedicaba a robar en cadena, tal y como decía Adam Smith que eran más eficaces los modelos productivos. En Boadilla del Monte caía una organización compuesta por el padre, la madre, un hijo menor de edad y una cuñada. Juntos robaban en perfumerías. Cuando también está en crisis la familia es destacable que una de ellas se coordine para obtener un resultado positivo para su pequeña comunidad. El fin del robo era capaz de unir a personas tan alejadas como padre y cuñada, sin duda que sólo coincidían cuando se ponían el pasamontañas de trabajo. La Comunidad de Madrid también debería tener en cuenta a estos ladrones de perfumes para alguna de sus medallas. Ellos, igual que los chinos que ?tostaban? cdŽs, le habían buscado una salida original a las turbulencias de los mercados.
Si legalizáramos partidas de cartas clandestinas, chorizos de la falsificación, pintamonas de los que anuncian productos mágicos en la tele y sacamos a las mafias a Bolsa, nuestro PIB llegaría a niveles de Alemania. Y Greenspan dejaría de vaticinar que vienen los tiempos del chopped-pork con aceitunas. A Greenspan se le ha puesto una terrible cara de suspensión de pagos.

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