Pánico a la madrileña

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Por desgracia apenas quedan vivos de aquellos que soportaron el asedio a Madrid, pero los que todavía tienen los años suficientes y la cabeza clara, recuerdan la angustia de las colas del pan y la necesidad de dar de comer a una familia cuando la ciudad estaba cercada. Eran los tiempos heroicos del ?no pasarán? (luego pasaron y se quedaron a gobernar unos cuantos años).

Recuerdo que con pocos años, una tarde cuando salía del colegio vi una cola inmensa frente a una tienda en la que vendían aceite. Toda aquella gente que se apostaba en la acera de la calle de Escosura tenía la intención de llevarse a casa cuantos más litros de aceite, mejor, porque se había producido la primera crisis del petróleo, quizá era 1972. Andando el tiempo recuerdo otra cola para recoger bombonas de butano en la plaza del Marqués de Salamanca. Mi madre me llevó para que hiciera las veces de porteador masai de la crisis nacional. Aquella cola no la recuerdo con nostalgia (imposible tenerla de una actividad tan penosa), pero sí con lumbalgia.

La última cola, la de ahora, es en los supermercados y ante las estaciones de servicio. El madrileño tiene obsesión porque la ciudad se quede desabastecida y tengamos que enfrentarnos, otra vez, a los cañones del general Yagüe. Es casi una obsesión enfermiza que nos lleva a hacer cola aunque no nos haga falta comprar. Y esa obsesión lleva al pánico y el pánico al desabastecimiento, y ya la hemos liado: de un momento a otro empezarán a pasar rasantes los aviones de García Morato y de Carlos Haya. Y ese rugir de las tropas moras por la parte del hipódromo.

Supongo que es una de las características que nos definen como pueblo. Así como en Oslo se ponen el anorak en cuanto cae un copo de nieve, o en El Cairo hacen la coña de caminar de lado cuando les preguntas por las pirámides, en Madrid tenemos ‘cola-fobia’. Y no lo podemos evitar. El taxista que me traía a casa aseguraba que apenas quedaban un par de horas para que Madrid se quedara sin carburante. De momento parece que vamos tirando pero seguro que el pánico volverá porque es la ‘cosa nostra’.

Donde hay que hacer cola es en la Asamblea de Madrid porque la presidenta Elvira Rodríguez tiene las puertas abiertas durante un mes. La exposición merece la pena, hay que preguntar por los escaños de Tamayo y Sáez como se pregunta por los tiros de Tejero en la Carrera de San Jerónimo. Y disfrutar de lo mucho que tenemos porque, de momento, el parte de guerra no dice nada de los sublevados en África.

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