El infame vecino

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

La Ley le ampara, nada en el ordenamiento jurídico que impida la salida del etarra De Juana Chaos, aunque este tipo no haya dado muestras de arrepentimiento, ni haya pedido perdón, ni sienta una pizca de vergüenza por los asesinatos de veinticinco personas, ni por su labor de dirigente de una organización criminal que cuando habla le pone un pasamontañas a su lengua de serpiente letal. De Juana se pasa por la entrepierna al mismo Estado de Derecho que le permite salir en libertad a pesar de tener tres mil años encima de pena acumulada. Decía Cessare Beccaria en su ?Tratado de los delitos y las penas?, (1764), que el fin de las penas es que el condenado no vuelva a cometerlas, pero este gañán pistolero no ha aprendido nada en la cárcel. Pero si la Ley le exonera por encima de ella está el asco generalizado que levanta el personaje; no hay moral que le perdone, ni conciencia que se borre, ni luto que se alivie cuando el matarife de inocentes vuelva a caminar en libertad por las calles de San Sebastián.
Si Zapatero quiere hacerse una foto con las víctimas más que posar junto a Ingrid Betancourt podría acudir a una reunión de vecinos del número 1 de la Avenida de Carlos I. Nuestros secuestrados por la mafia son las víctimas de ETA, una realidad que nos queda más cerca que las FARC colombianas. A los muertos no se les puede devolver la vida pero a sus víctimas no se les puede negar la dignidad y el homenaje. La foto sería la de Zapatero con María Teresa Embid, viuda del comandante Herrera, asesinado por ETA en 1979, asomados a la terraza del piso y mirando al horizonte de la avenida para ver un futuro en paz, (no un futuro de pactos con los criminales). Hasta el 4ºD llegarán las alegrías del matrimonio De Juana, sus brindis y sus voces. Lo más normal es que los vecinos se crucen en el ascensor con Irati y con su marido. Por las cañerías del edificio subirán los pensamientos de cucaracha humana que es Iñaki De Juana Chaos, y las risas de sus compañeros de banda, esos matones que llevan años trabajando para el miedo.
La libertad, la auténtica, llegará el día en el que la sociedad española pueda vivir en calles sin asesinos que caminan sueltos y pueda cruzar los pasos de cebra sin toparse con un ogro de cara. Si el lehendakari es valiente que haga una consulta popular entre los residentes de ese barrio donostiarra, que expresen su opinión acerca de compartir panadería, aparcamiento y vecindad con el liberado De Juana. Un tipo que puede recibir el alta de Martutene pero que tendrá que convivir con su fama y sus hechos demostrados hasta que pasen tres mil años, o más. Tener a De Juana como vecino es como poner a Jack ?el destripador? de gerente en una guardería. La única manera de que vuelva a la cárcel es esperar a que acumule penas de tráfico, se quede sin puntos y regrese a donde nunca debería haber salido. La condena para De Juana es ser él mismo.

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