El fin de la opulencia

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Compradores compulsivos, hijos de la generación del gasto, hipnotizados hipotecados, manirrotos con cuatro manos de cien dedos, clientes del lujo superfluo, alegres consumidores de energía? arrepentíos porque ha llegado vuestra hora. Un ángel con traje de inspector os llevará hasta la presencia de Miguel Sebastián y éste os pedirá cuentas de vuestro gasto corriente. ¡Ay de aquel que se haya dejado encendida una luz al salir de casa!, no habrá consuelo para los que lloren sobre una multa por exceso de velocidad. Es el fin de la opulencia, Miguel Sebastián anuncia el nuevo catecismo de los tiempos modernos, se puede vivir con menos kilowatios, sabido es que no hay nada más inflacionario que las luces del castillo de Herodes en un belén.
Yo pecador, me confieso ante Vos; admito que alguna vez he cometido pecadillos veniales contra el consumo. Pero me pregunto si podemos vivir con las nuevas normas de Industria, ¿cómo es posible que hayamos derrochado tanto? Se me plantea una cuestión de conciencia. Se trata de un problema teológico-tecnocrático, (aquí querría ver a Milton Friedman); la parte científica nos la han explicado y responde a un inmediato recorte de energía, pero ahora hace falta un proceso de convicción interior que roza con la reeducación de la ciudadanía. Y, puesto que se trata de medidas de choque, nada mejor que aprovechar que se jubila Jose Antonio Maldonado y poner al padre Gabriel Amorth en TVE. En lugar del tiempo, que es una materia sobre la que cada uno tiene formada su opinión y luego el cielo decide, sacamos al padre Amorth que pasa por ser el mejor exorcista del mundo. La idea es arrancar el demonio del consumo que todos los españoles llevamos dentro, lograr que entremos en convulsión ante la pantalla y así hasta arrojar la maldad en forma de recibos de la VISA. En términos económicos sería lograr una fusión entre la necesidad y la virtud.
El objetivo es conseguir que cuando el satélite haga la foto nocturna, España no parezca una continua feria iluminada de la que parte el humo de los churros hacia la ?lejosfera? sideral. Acostumbrarnos a que cuando veamos a un mogollón de gente en bicicleta que galopan por la autovía, no es que se trate de una etapa de la Vuelta Ciclista a España sino de trabajadores que se aproximan a la ciudad. Es decir: que se va a enterar el jeque porque se le va a terminar el ingreso, se le va a mustiar el moño del turbante. En un gesto quijotesco le podemos devolver unos cuantos barriles de petróleo a Chávez: ?tenga, gracias, de parte de Zapatero; éstos nos han sobrado hoy?. Ya que todo es razonable, llegará la cartilla de ?razonamiento?; para empezar tenemos dos bombillas, a partir de ahí que cada uno salve su alma como pueda.

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