María San Cipriano

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Cuando se tienen 18 años no es edad para morir, y menos por culpa de un presunto novio que jamás llegó a entender a María, (sólo desde el desprecio más profundo se programa una agresión). En la tele han dado las imágenes de dónde apareció su cuerpo sin vida, pero no las he visto completas porque no me gusta ver la obra de un caníbal, conmigo que no cuente el presunto-novio-homicida para entrar en detalles. En muchas ocasiones, (también en ésta), los medios con la excusa de informar lo que hacemos es ponerle un marco de plata a los mordiscos de una hiena. Por eso tampoco me gusta ver a los vecinos que cantan excelencias de la pareja, ni a los que ahora no se explican lo que puede haber pasado. Un violento con capacidad para matar a otro, en general más débil y con menos capacidad de responder a la agresión, no se improvisa. El oficio de caníbal tiene sus técnicas, sus tácticas, su puesta en escena y su capacidad para alejarse del lugar del crimen como el que nunca ha estado allí. Por lo tanto los amigos y la familia del presunto-novio-homicida, (cuyo nombre no me da la gana escribir), algo debían saber del comportamiento de este sujeto. Si tiramos del hilo de su biografía, llegaremos a las agresiones que cometía contra sus compañeros de colegio, y ahí se encuadran ?gafotas, gorditos, pelotas y chivatos?. La capacidad de desprecio de un agresor no conoce límites. Las autoridades civiles piden, ahora, que se denuncien los malos tratos en cuanto empiezan a aflorar. Esas mismas autoridades son responsables de no hacer test de comportamiento emocional en colegios y empresas. Igual que a los cazadores se les piden una serie de pruebas para obtener la licencia, a los que inician una relación sentimental se les debería someter a un test. El elevado número de mujeres muertas en España, víctimas de la violencia de alguien a quién quisieron bien, demuestra que no todo el mundo puede tener pareja, hay quién no da la talla y luego vemos sus actuaciones en las páginas de sucesos. Hemos inventado rádares que controlan la velocidad, aparatos que miden el alcohol en sangre. Podemos conocer el estado de la presión arterial, y hasta el índice de azúcar con sólo un pinchazo en un dedo, prueba que te pueden hacer en una farmacia. En cambio somos absolutamente indefensos contra la violencia, y no se entiende. Hemos alcanzado un estado de putrefacción mental que urge la actuación de sicólogos con experiencia. Maria San Cipriano no tendría que estar muerta porque ese ?¿hombre?? no merecía haberle conocido. El sentimiento amor es algo que él no se merecía, sencillamente por canalla.

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