Aguas de Coslada S.L.

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Los líderes mundiales se afanan por taponar el desagüe por el que se escapa la economía, y en Coslada serían felices con la cuarta parte de esos sumideros. Cuando vuelve la inundación al mismo sitio no es que llueva sobre mojado, directamente es mala leche. Más que un buen alcalde a este municipio le hace falta un excelente fontanero que desatasque y prohíba urbanizar en los torrentes.
Puestos a revisar nombres del callejero podríamos hacerlo también con el nombre de la ciudad, en adelante ?H2O-slada?, playa de Madrid a su pesar, rincón castigado por el infortunio, piscina de Noé, base naval de la Comunidad de Madrid donde podría atracar un portaaviones de gran calado y varios submarinos, pista americana para el 112, ciudad sin ley a efectos de las compañías de seguros cansadas de pagar lo que las nubes destrozan, lamento de empresarios con pérdidas y azote de vecinos aquejados de gota crónica. De poco ha valido la visita de las autoridades regionales cuando tres semanas después se ha vuelto a producir la inundación en el mismo punto del mapa. En esta partida de ajedrez con las tormentas nos pasamos las noches achicando espacios, (en sótanos y garajes). Pero como nada se ha cambiado podemos pensar que hay territorios dejados de la mano de Dios, pero también muy mal planeados por la mano del hombre. Los mismos vecinos que denunciaban situaciones irregulares vuelven a salir a la calle con escobas y cubos llenos de agua; tienen la boca ?seca? de lamentos. No podemos evitar el rumbo de las tormentas pero algo hemos tenido que hacer mal para que sus consecuencias sean terroríficas y recurrentes. Podemos tener los mejores mecanismos de alerta por lluvia pero no podemos trasladar las calles o taparlas con un paraguas de emergencia.
Madrid siempre ha tenido un problema con el agua, casi siempre por su carencia, pero de un tiempo a esta parte el cielo se venga de nuestros proyectos urbanísticos. La gran obra capitalina, la M-30, es otro de nuestros conflictos modernos cuando las nubes descargan con fuerza brava. Alguien podría pensar que es una venganza y no le faltarían razones para ello, pero también es verdad que se ha construido donde no se debía. Aquellos lodos son los que llevan a estos charcos que por conocidos tienen poco de chascos.
No podemos resignarnos a ser un lugar de secano donde se teme a las tormentas, ni a pensar que ya escampará. De no cambiar el curso de nuevas obras estaremos condenados a temer por el agua. Una pequeña grieta hundió el ?Titanic?, y aquí tenemos una frágil línea de flotación. Nunca tuvimos un gran río pero últimamente no dejamos de remar hacia fuera, con cierta desesperación.

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