Los hombres de piedra

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Hace miles de años que el hombre descubrió el fuego, la rueda y el cocido, (los tres grandes pilares de la sabiduría), pero a estos que habitan en las cuevas de Madrid no les ha llegado la noticia. No les alcanzan ni los beneficios del Plan E, ni los maleficios de las obras de Gallardón; tampoco les van a afectar los acuerdos de infraestructuras entre José Blanco y Esperanza Aguirre. Más que un plan de cercanías les hace falta un plan de letanías que escuche todas sus quejas.
No tienen ni agua corriente, ni luz ni gas. Son carne de cañón, habitantes de cubículos insalubres a los que algunos se atreven a llamar vivienda en un alarde de cinismo. Se les ha visto por los alrededores de Méndez Álvaro con sus caras sucias y ropas oscuras que son propias del uniforme de habitante de las cuevas. Si en lugar de personas fueran pájaros serían palomos enfermos que ocupan las esquinas de los parques, entonces alguien tendría la piedad de dictar algo para acabar con la plaga, pero como son personas entonces allá se pudran en los huecos que abre la tierra. En realidad son muertos de permiso, y al revés que el conde Drácula salen de día y duermen por la noche en un sarcófago de piedra caliza. Comparten hambre, sueño y miseria con ratas, goteras y cucarachas negras.
Son noticia cuando una de esas cuevas sale ardiendo y entonces van las cámaras de la tele para sacarles cuatro planos y algunos quejidos que tanta audiencia dan en los programas que mezclan morbo y corazón. A estos hombres de piedra se les observa con la prudencia que la gente tiene al asomarse a la jaula de los osos polares, (no vaya a ser que caigan dentro como le ha pasado a una señora en el Zoo de Berlín). Y se les olvida con la misma facilidad que se les ha visto, no vaya a ser que produzcan alguna reflexión inoportuna o incómoda pregunta en el Pleno del Ayuntamiento. Son esa gente que tampoco evaluará el comité de sabios olímpicos que vendrá a Madrid a catar las excelencias de este siglo XXI que mantiene su homenaje permanente a la prehistoria.
Ocurre con ellos lo que pasa en otros asentamientos. En Río de Jameiro han instalado unos muros a las favelas para que sus habitantes no molesten paseando entre la prosperidad. En Madrid esos muros hace tiempo que se levantaron pero en lugar de con cemento se fraguaron con indiferencia.

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