Siete intérpretes para entender España

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Están a sueldo de las Cortes Generales porque aprobaron un examen pero no son funcionarios, el tribunal que los examinó contaba con dos expertos de cada lengua cooficial designados por los parlamentos autonómicos correspondientes; desarrollan su trabajo en una sala distinta de donde se celebran los plenos; para acceder a ellos hay que apuntarse a una visita guiada para pequeños grupos de periodistas que programan los responsables de comunicación del Senado; los puedes ver y fotografiar pero no les puedes preguntar nada igual que si estuvieras ante un cuadro del Prado; están detrás de un cristal transparente metidos en una cabina de comentarista como las que existen en los campos de fútbol, pero a pesar de la nitidez del cristal sus identidades quedan opacas por deseo expreso de la autoridad correspondiente, nadie quiere decir cómo se llaman, la versión oficial es que “no son estrellas” y se sentirían molestos al saberse protagonistas de una actualidad que ellos sólo trasladan de una lengua a otra; ni siquiera acceden a facilitar su nombre de pila. Si insistes te dicen que aquí no hay “gato encerrado” sino unos profesionales que trabajan aislados para concentrarse mejor en los discursos, (que tienen escritos porque esa información se les facilita cuando el orador sube a la tribuna igual que al resto de medios de comunicación); para saber en qué momento se encuentran tienen ante sí una pantalla gigante que se despliega a modo de retablo mayor sobre la presidencia vacía de la Sala Internacional y que emite la señal de la televisión interna del Senado. Se les convoca por parejas para que puedan tener descansos puesto que algunas sesiones se prolongan desde primera hora hasta bien avanzada la noche, aunque el pasado jueves el traductor de valenciano no tuvo un segundo de respiro.
Ellos, los ocultos tras el anonimato oficial son siete de los veinticinco traductores titulados que trabajan cuando la Cámara Alta requiere sus servicios, y lo hacen tanto para traducir palabras como para corregir los textos en la lengua en la que tengan competencias, textos que irán en el Diario de Sesiones acompañados de su traslación al castellano.
Sus señorías no les pueden ver pero les escuchan en los audífonos que tienen encima del escaño, con sólo activar el botón de encendido y seleccionar un canal les llegará la lengua que han elegido. Como en la película de “El Sexto Sentido” los senadores pueden decir que a veces escuchan voces, y aunque no han podido hablar con ellos saben que ellos existen.

La Sala Internacional del Senado es un gran hemiciclo situado en la zona nueva del complejo de la Cámara Alta y con aforo suficiente para que quepan todos los senadores en unas modernas y anchas butacas que nada tienen que envidiar a las de los de primera clase de una compañía aérea de bandera. La Sala Internacional está pensada para albergar los discursos de los mandatarios extranjeros que nos visiten y habida cuenta del excelente estado en el que se encuentra el cuero no han tenido que ser muchos los que han pasado por allí, o en todo caso no han debido tener un gran poder de convocatoria.
El pasado jueves las butacas de cuero estaban vacías y la luz apagada como si fuera un cine en el que ya ha empezado la película y uno llegara tarde con temor a tropezarse en las escaleras. La sala estaba apenas iluminada por las luces de emergencia, la penumbra se rompía en ocasiones por el reflejo de la pantalla gigante en la que se proyectaba la imagen del Ministro de Política Territorial, Manuel Cháves a tamaño colosal y a todo color, la desproporción de las medidas recordaba a las pantallas enormes de los desaparecidos cines de la Gran Vía madrileña. El ministro comparecía a varios metros de distancia en el pleno de la Cámara Alta ajeno al trabajo en la penumbra que desarrollan los intérpretes-traductores, (allí luz y taquígrafos y aquí sombras y susurros). Arriba, en el gallinero de la Sala Internacional, se podían distinguir la presencia de unas cabecitas detrás de los cristales, sus rostros mal iluminados por unas lámparas de mesa al estilo de los antiguos flexos de opositor estaban cinco mujeres y dos hombres integrantes de la brigadilla de traductores de aquel día. Si uno subía por la escalera podía ver que estaban equipados con auriculares y micrófono, (como teleoperadores), a su alcance una pequeña mesa de sonido equipada con regletas para mezclar el audio, desde su posición observaban la pantalla desplegada ante ellos y mientras les llegaban las palabras que se pronunciaban en el pleno iban traduciendo a las distintas lenguas cooficiales reconocidas por el Senado.
Los carteles que tenían delante podrían llevar al engaño porque, en realidad, donde decía “alemán” se situaban los dos traductores de catalán y el único de valenciano, donde figuraba “italiano” aparecían dos traductores de vasco y donde rezaba “español” otros dos traductores de gallego. Ellos son los siete intérpretes que trabajan para que se entienda España, (en la sesión del jueves tenían la emoción extra de captar los giros verbales propios de Cháves). La España Invertebrada de Ortega tiene un nuevo matiz que es la España Traducida ayudada por las nuevas tecnologías.
Los traductores-intérpretes pertenecen a un “cuerpo”, que no es tal, que fue creado por acuerdo de la Mesa del Senado con fecha de 12 de julio de 2005 en el que se realizaba una convocatoria para cubrir las plazas de traductores de las lenguas cooficiales del Estado, hasta un límite de diez por cada una de ellas, (siendo cuatro las reconocidas oficialmente). En el pliego de condiciones se pedía que fueran licenciados en Traducción e Interpretación y que acreditaran experiencia laboral previa suficiente. El punto 4 del apartado “Solicitudes” añadía: “a la instancia se acompañará, asimismo, la comunicación de los honorarios que deban percibir por sus servicios”, lo cuál no deja de ser un criterio arbitrario en una convocatoria pública y que se supone premiaría al presupuesto más ajustado sobre otro más elevado en caso de empate en las condiciones de los candidatos, pero como luego no se publicaron notas sino aprobados tampoco sabemos qué pasó en ese punto. La convocatoria añadía que esa personas deberían examinadas por un tribunal en el que figurarían además de un vicepresidente del Senado y otros cargos técnicos de la Cámara, “dos expertos para una de cada de las lenguas de la convocatoria, a propuesta de los Parlamentos de las Comunidades Autónomas en las que el Estatuto de Autonomía reconozca una lengua como oficial junto al castellano”. De las condiciones que deberían reunir los expertos nada se dice y quedaban a voluntad de la decisión de las asambleas regionales.
Más tarde, con fecha del 4 de noviembre de 2005 se publicó en el “Boletín Oficial de las Cortes Españolas” el nombre de las veinticinco personas que aprobaron la convocatoria según el criterio establecido por el tribunal que les examinó. De manera discrecional se añade: “cuyos servicios podrán ser solicitados por la Cámara”, de tal manera que pasan a tener categoría de fijos discontinuos que trabajan, con gastos pagados, siempre que el Senado solicite sus servicios.
Fuera de convocatorias oficiales se acordó que trabajaran en grupos de siete personas en “los diversos actos” para los que fueran requeridos. La “peonada” que se les paga a cada uno de ellos pertenece al secreto del sumario puesto que en el Senado nadie lo sabe con certeza, unas instancias se remiten a otras para no terminar de aclarar la información; tampoco por qué aprobaron veinticinco si luego se les llama en grupos reducidos de tal manera que rotarán al menos cada tres sesiones para poder trabajar todos, mucho menos se dice quién toma la decisión última de que acudan unos sí y otros no. Esas mismas fuentes aseguran que se pagaron 6.500 euros al grupo el pasado 23 de octubre de 2008 cuando intervino la entonces Ministra de Administraciones Públicas Elena Salgado. Y en la partida se incluyen los gastos de desplazamientos que los traductores hubieran de realizar puesto que la condición de residentes en Madrid no figura en ninguna parte del pliego presentado para realizar la convocatoria. En cuanto al desglose de la cantidad se argumenta que la partida está contemplada en los presupuestos generales de las Cortes y que éstos nunca se desglosan.
La pasada semana tuvieron sesión doble reflejada en la gran pantalla de la Sala Internacional, el lunes compareció el Ministro de Fomento José Blanco y el pasado jueves el titular de Política Territorial. De lo que cobraron los traductores en ambas sesiones no ha trascendido el dato y nos remiten al de octubre de 2008 añadiéndole el correspondiente IPC sin mayor entusiasmo.
Sabemos que se estrenaron en sus funciones en la Conferencia de Presidentes del 15 de octubre de 2005 en el que se supone que los traductores de euskera tuvieron poca faena puesto que el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe declinó su asistencia puesto que no consideraba que la Cámara Alta fuera el foro adecuado para resolver “el conflicto vasco”. Una conferencia que el Gobierno aplazó en el mes de enero, (cuando no existía este “cuerpo” de traductores), y lo hacía por cuarta vez puesto que Zapatero lo prometió de manera inmediata en otoño de 2004 nada más llegar al poder. Ese pleno se había celebrado por última vez en el año 1997 cuando el PP estaba en el Gobierno. Antes Felipe González en sus catorce años de mandato sólo lo había convocado en una ocasión y la experiencia le valió de escarmiento para no volver a hacerlo en el futuro. El primer debate en el que se estrenaron los traductores, el de octubre de 2005 duró tres días. Iñaki Anasagasti escribía en su blog: “intervinieron dieciséis presidentes autonómicos “y el pintoresco caso del presidente cántabro, (Miguel Ángel Revilla), “lo más parecido a un cantante de boleros que a un presidente serio”. Nota final: en el pliego de la convocatoria no se requerían cualidades cantoras, ni para traducir tangos ni para entonar boleros.

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Aunque de manera celosa en el Senado no quisieron facilitar la identidad de los traductores que el jueves se afanaban en seguir el discurso de Manuel Cháves, (y tampoco nos dejaron preguntársela), en el Boletín Oficial de las Cortes Generales del 4 de noviembre se publicaban los nombres de los veinticinco traductores que habían superado las pruebas, y se hacía constar que “sus servicios podrán ser solicitados por la Cámara”, (sin añadir más condiciones).
El documento lleva la firma del Letrado Mayor del Senado, Manuel Cavero Gómez. Estos son los titulares de las voces que asoman en los audífonos a pilas que se colocan sobre los escaños de sus señorías en el Senado para que puedan seguir los debates:

Abadías Carbajo, Miguel Ángel
Aranbarri Arizondo, Garbiñe
Arregui Urizar, Jaione
Arumí Ribas, Marta
Carril Caldelas, Silvia
Duque Yelo, Irene
Fernández Fernández, Saleta
Flores Gil de Bernabé, Marta
García Porres, Yannick
González Francés, Neus
González García, Erika
Imaz Clemente, Amaya
Marañón Quintana, Iratí
Martínez Fuertes, Marta
Mendizábal Alberdi, Itziar
Molés Abada, Josep
Montero Domínguez, Xoan Manuel
Montiel Ponsoda, Elena
Sáez Fernández, Laura
Santos Suárez, Larisa
Soler Caamaño, Emma
Tarrío Salvado, Marta
Tolós Cuartiella, Ester
Vallano Noés, Nuria
Veiga Novoa, Cristina

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