Peligro: agua bendita

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

El Ministerio de Sanidad nos quiere nipones, al menos en lo que respecta con los saludos. Quiere que nos digamos “hola” pero de lejos; nada de besos, abrazos y carantoñas; se acabaron esos ósculos sonoros en los carrillos como los que nos daban las hermanas de nuestros padres cuando éramos pequeños, (aquellos besos de tía que eran escándalo de estación). La Gripe A nos va a volver, no sé si más sanos, pero sí bastante antipáticos. En el contagio directo hay más peligro que en caminar sobre un alambre porque el virus es social, aprovecha nuestros descuidos para colarse en las rendijas de estos cuerpos serranos.
Algunas costumbres van a tener que cambiar, y quién sabe si lo harán para siempre, igual somos la última generación de españoles que se han besado en público, en adelante lo harán con unos preservativos en la lengua, besos de compromiso mezclado con látex. Entre esos hábitos están los religiosos, ahora una pila con agua bendita puede ser un foco de contagio de primera mano. La autoridad sanitaria pone por delante la prevención al virus y por eso recomiendan no tocar el agua bendita; no es ateísmo radical, es prevención primaria. Otro tanto ocurre con los besamanos de vírgenes y santos, tan propios de esta época del año. Se acabó eso de “dónde besan dos, besan tres”, el virus también se coge por la peana y los santos también estornudan en sus hornacinas, ¿o es que no los escuchan?
Como siempre pasa que manejamos la teórica mejor que la práctica, ahora hace falta que la costumbre llegue a nuestras vidas y se instale. El primero que siga las normas de Sanidad va a quedar como un antipático: “¡ni te acerques, ni me beses, ni me des la mano!”, ¿Ha calculado Trinidad Jiménez el coste social que supone para el español no darse besos? Una vida sin contacto es un coñazo por muy profiláctico que nos la vendan puesto que no somos fríos ciudadanos del norte de Europa sino latinos de rozamiento inmediato.
De momento los monaguillos van a tener una obligación menos porque las pilas de agua bendita permanecerán secas, y los sacristanes no tendrán que limpiar los pies de los santos besados de manera continua durante siglos, y ellos dándole lustre con un paño. Pero que me diga Trinidad Jiménez cómo lo van a hacer en las bodas cuando lleguen a esa parte de la ceremonia en la que se dice: “pueden besarse”, ¿Entonces qué harán, se pondrán la mascarilla y acercarán sus temores mientras los testigos miran a otra parte? Si nos ponemos en ese plan las futuras noches de novios serán como partidas de niños con la “nintendo”, todo muy virtual pero sin contacto.

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