El mecánico de Dios

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

El Ramadán empezará esta noche, o mañana, (la última palabra la tiene la Luna). Quizá por eso el cirujano Pedro Cavadas compareció ante la prensa con una camisa kaftán de manga corta. Cavadas es, a efectos escénicos, el doctor House a la española; un tipo capaz de hablar de medicina, religión y humanidad en una rueda de prensa que rompió los tópicos que teníamos de los cirujanos. No salió vestido de blanco sino que se calzó la camisa y una muñequera de gran jefe sioux para señalar quién manda en el quirófano.
Cavadas es el mecánico de Dios, un médico que se atreve a recomponer un cuerpo por partes. Hasta el momento nadie había podido hacer tanto en la medicina sin que le llamaran discípulo de Frankestein porque Dios no fabrica piezas si no que envía a los humanos enteros y con todos los extras de serie: (extremidades, lengua y uñas). A pesar de que no todos nacen con la cara de George Clooney, la fábrica de origen no admite quejas y quizá por eso las religiones prefieran hablar del alma que siempre es más moldeable que una nariz de picaporte. En cambio, Cavadas ha ido un paso más allá en una intervención múltiple que no sólo ha colocado una cara nueva en su paciente sino también quijada y lengua. Este último asunto es francamente llamativo; teniendo en cuenta el lógico anonimato que ampara al donante podemos imaginar lo que sería recibir la lengua de Alfonso Guerra y el morro de “El Pocero”.
Si cruzamos los dedos y la Luna se pone de nuestra parte es posible que el donante pueda recibir el alta en una semana y, entonces, hacer la vida corriente que se espera de quién tiene mandíbula, lengua y cara. Será cuando el doctor Cavadas se convierta en firme candidato a cualquier premio notable de la medicina, (salvo las naturales envidias que se forjan alrededor de los pioneros). Pero tampoco parece que el premio sea lo que ha movido a este curioso doctor que está dispuesto a dar su cara para que los fotógrafos no le copien su trabajado diseño, (se comporta igual que un ingeniero de la Fórmula 1 que se niega a enseñar los difusores del monoplaza). Tarde o temprano el paciente saldrá a dar un paseo y será cuando capten el resultado final de construir a una persona por piezas y con el mérito de que no le haya sobrado ninguna.
Al margen del indudable hito científico estaría bien conocer el comportamiento psicológico de quién estrena piezas vitales. Los difusores presentaban problemas de turbulencias, tal vez una cara nueva lleve a su propietario a cuestionar la fidelidad a su club de fútbol, (una de las creencias inmodificables en los que venimos de serie).

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