La paz del poeta

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Finalmente la Junta de Andalucía da por cerrada la búsqueda de los restos de Federico García Lorca que nunca estuvo en Alfacar pero que sí fue asesinado en el 36. Carácter de poeta es desaparecer cuando ya no hay motivos para escribir versos, sea ésta una ausencia física o sentimental. El Federico eterno no se acaba en un barranco de Granada, ni mucho menos; tampoco lo acalló el odio, ni la rabia, ni el silencio que se impuso tras su muerte durante esos largos años del franquismo que parecieron siglos por su lentitud.
La Consejera de Justicia, Begoña Álvarez, echa el cierre oficial a las excavaciones que se basaron en el testimonio oral de una sola persona y que no ha sido cierto. Se buscó al poeta, no encontraron sus restos, pero nos quedamos con su obra; por lo tanto hemos salido ganando. La familia de Lorca no quería un sarao de exaltación patriótica de la tibia y el peroné, con razón se opuso a un acto macabro de los que tanta audiencia tienen en las televisiones.
Pudiera ser que nos interesen más los huesos que la poesía porque de crónicas macabras aquí vamos sobrados tirando a pasados de rosca. En ese sentido han perdido los que perseguían el morbo y han ganado los que aman a un poeta por su obra y no por sus restos. País de necrofilias encadenadas que le da más valor a la momia de un santo que a sus milagros. Esa España de negro que nunca se termina de marchar.

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