Las listas y los listos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A mes y medio de las elecciones autonómicas y municipales el gran debate no es si Zapatero se marcha, o hará lo que diga Botín. Hay otro debate bajo la mesa que afecta a miles de candidatos públicos que aspiran a renovar mandato pero están sujetos a lo que diga el partido. Ahora es cuándo se nota la maquinaria que quita y pone. Ya lo decía Bono, (inventor de la greguería política moderna), que para triunfar en un partido sólo hace falta ser amigo de Blanco o de Soraya, y esta vez no le va a faltar razón.
Cuentan que algunos altos cargos han dejado de tomar café en el bar habitual y rehúsan las reuniones familiares por si alguien les preguntara algo cuya respuesta fuera poco oportuna y llegara a oídos de los que hacen las listas. La idea es que si Zapatero se juega la cabeza en estas elecciones, (por mucho que lo traten de disimular diciendo que no son unas primarias), pero hay una legión de anónimos candidatos que se juegan la tibia. La política se ha convertido en una manera de ganar pan y a muchos se les aparta de la lista y tendrían que buscarse un trabajo, algo que para ellos representaría un espanto por el desconocimiento que tienen de la vida civil. Tanto inaugurar plazas y aceras para luego darse cuenta cada cuatro años de que entre ellos, (los electos), y la sociedad hay una distancia considerable hasta para recorrerla en coche de cristales oscuros.
Nadie se ha ocupado de los últimos de la lista, todos hablamos de Zapatero, de Rubalcaba, de Carmen Chacón, ¿pero qué pasa con los concejales que se juegan el momio?, ¿Y con los que aspiran a una dirección general, la que sea, en una consejería de poco tránsito? Es indudable que para ellos esta primavera se convierte en un drama a todo color, por las noches se les ve ensayar como el “ecce homo” que sale a hombros en semana santa. Están en un sin vivir, dudan si comprar la discografía completa de Amaral, o aprender las recetas para cocinar un faisán con poca grasa. A ellos me refiero, a los que nunca se reunirán con grandes empresarios, ni con emprendedores. Esos que defienden su renovación de cargo como el niño que estrena zapatos de primera comunión y que ponen la sonrisa beática de los que presumen de mirada limpia. Estampa retocada de la España de Cánovas y Sagasta que inventó el concepto de cesantes y enviaba a la calle cada cierto tiempo a toda la administración. Con sus pequeñas historias se podría hacer una comedia de enredo con siete puertas, tantas como tiene el despacho de un presidente autonómico. Puertas por la que entran y salen asesores que han de renovar su cargo.
Listas y listos pendientes de una llamada de teléfono. Ahí los tienen: los que están dispuestos a perder el honor pero nunca, (nunca), el coche oficial.

Compartir:

Etiquetas: ,

Deja una respuesta

*