Cuestión de clases

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

No, no son todos pero sí son muchos y cargados de razón. Gobernar no es sólo el arte de contentar a las mayorías y esto me parece que no lo han captado los electos que acaban de salir de las urnas. Si para que un presidente llegue a un parlamento regional tienen que sobrevolar a su pueblo en helicóptero es que vamos bastante mal. Este fin de semana un concejal madrileño escribía en Twiter: “A ver, ¿He dicho yo “clase taxista”, “clase periodística”, o “clase fontaneril”?, al próximo que diga clase política le muerdo”. La frase tiene humor, pólvora y mecha; no le falta razón pero de momento nadie se ha manifestado en contra de la “clase fontaneril”, o de la “clase taxista”. El tercer problema según el CIS son los políticos, ni siquiera los periodistas que también podemos tener parte de culpa en este problema, sobre todo la saga de palmeros arrimados al sol que más calienta y que han olvidado lo elemental de este oficio: contar lo que pasa en la calle y dirigirlo a un público mayoritario sin adjetivar la información. Esos palmeros que confunden opinión con información sólo responden a consignas de Ferraz, o de Génova, y se han acomodado en las trincheras de las tertulias monocolor dónde siempre cobra el mismo. El Movimiento 15-M ataca directamente una cuestión de clases sin llegar a un calificativo marxista de la historia, no se trata de la revolución del proletariado; justo es eso lo que los políticos con su miopía no saben ver, (en el fondo les da miedo enfrentarse a algo que no es político porque no saben sí podrán corromperlo). Lo que engloba el 15-M es un rechazo frontal a la manera de hacer vida pública que se ha estilado hasta el momento, y si no lo quieren ver los que mandan allá ellos. Ese movimiento tiene propuestas que son muy sensatas y que desarrollan la democracia participativa ciudadana, quizá desde ese punto de vista se entienda que le lluevan las críticas. La clase política estaba acostumbrada a no ser cuestionada por nadie y se han paseado de manera impune, e inmune, en coches oscuros sin importarles quién pagaba la gasolina. Sólo ahora, cuándo se anuncian tiempos de recortes, es cuándo nos damos cuenta de los años del derroche. Es una cuestión de estética que va más allá de las clases, una manera de gritar que así no quieren que les gobiernen. Cuánto más tiempo pase y nuestros gobernantes no se enteren, peor para todos, peor para la democracia y peor para el libre tránsito de las ideas. Es de una ingenuidad suicida considerar que todos los del 15-M tienen perro y saben tocar la flauta. Más bien parece que la llamada “clase política” ha estado siglos hablando en latín y de espaldas al pueblo sin importarles nada más que su propia liturgia.

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