La otra vida

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En los años setenta el escritor Raymond Moody se forró con unos libros en los que aseguraba relatar la experiencia de aquellos que habían regresado de la muerte. Al más famoso de todos le llamó “Vida después de la vida”, (el título era largo pero el concepto se entendía a la primera), y con ese cuento le dio varias veces la vuelta al mundo en conferencias y charlas en las que los asistentes salían convencidos de que al final del túnel había una luz cegadora. Salvando las distancias, las generaciones y las experiencias, Moody comparte con Pedro Castro la cara redondita, las gafas y una sonrisa de abuelo feliz.
Pedro Castro puede escribir “Vida después de la vara”, (a la municipal me refiero), dónde narrar lo feliz que se siente cuándo un ex alto cargo descubre la taladradora mecánica que alguien en casa ha rescatado para él en un gesto de piedad infinita. El regreso a la broca del ocho y al taco de goma le ha dado a Pedro Castro una dimensión que desconocía, algo que le pasó a Raymond Moody cuándo empezó a escuchar narraciones de personas que habían escapado de la parca en el último minuto, gente que estaba convencida de haber cruzado el lago oscuro de aguas quietas, pero como en el más allá también hay “overbooking” les devolvieron a esta vida para que Moody pudiera hacerse inmensamente rico con sus experiencias extradimensionales.
No todo en esta vida es gobierno y responsabilidad, en la “jubilación” de los políticos veteranos también hay vida. Y lo que no es una chapuza doméstica es un paseo con la nieta, o una tendinitis por manejar el mando a distancia con alocada irresponsabilidad.
Si cierta marca comercial estuviera avispada le pediría a Pedro Castro que protagonizara su campaña de descuentos porque ahora, en su nueva condición y nunca mejor dicho, puede gritar: “¡Yo no soy tonto!”.

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