El capitán al agua

(“Las Provincias“, martes 17 de enero, 2012)

En primero de navegante, nada más empezar el curso en septiembre, enseñan a que no se debe acercar el barco a la costa por los peligros que conlleva. Otra cosa es que expertos capitanes de trasatlánticos de lujo caigan en la tentación de hacer el bobo y, como si fueran niños inconscientes, aproximar la nave para hacer una gracia. Tal parece que ocurrió con Francesco Schettino que encalló el “Costa Concordia” cerca de la isla Giglio para bromear ante el “maitre” que era de allí. El resultado en víctimas y en daños materiales es cuantioso, y la acusación a la que se enfrenta Schettino es muy grave.
Se esperaba de él que hubiera tenido un comportamiento más bizarro y que hubiera organizado la evacuación cómo mandan los cánones de la marina: primero mujeres y niños, luego tripulación y el último el capitán. Pero nada de eso se produjo y, al parecer, Schettino fue de los primeros en usar los botes de evacuación sin duda que “para demostrar que funcionaban”. No piensa lo mismo el juez, ni la compañía a la que le ha hecho un roto en la Bolsa, ni los pasajeros que le ven como un tipo peligroso. A Schettino le faltó tacto y le sobró miedo, y sobre todo calculó mal al aproximarse a la costa. En el papel de capitán está adjunta la obligación de organizar la evacuación de la nave de manera correcta y dando ejemplo. Cambiando el mediterráneo por la calle Ferraz de Madrid, el papel del capitán Zapatero habría sido no acercar el partido al fracaso y haber estado a la altura de las circunstancias. En el “Costa Concordia” quedan millones de euros encallados y en el PSOE la avería se extiende a una división interna y a unas elecciones andaluzas inminentes. Y todavía, por extraño que parezca, el capitán de la nave “Ferraz” sigue siendo Zapatero hasta que no le releven en un próximo Congreso. Su figura es un incordio y no pasará mucho tiempo hasta que empiecen a culparle de haber aproximado el barco a las rocas de la crisis con demasiada alegría. A consecuencia de su maniobra temeraria lo que les queda a Chacón y Rubalcaba es un barco inclinado difícil de volver a colocar en posición vertical.
A Schettino le juzgarán por su despropósito, y a Zapatero los suyos le harán lo mismo por igual circunstancia. Uno se ha cargado el negocio de los cruceros y otro ha mandado a pique al principal partido de la oposición. En ambos casos sus actuaciones podrían haber sido mejorables, ya es tarde, el barco está escorado y en el jacuzzi se bañan sardinas; y en el partido se cruzan navajas.
Entre la rapidez de Schettino para salir huyendo y la parsimonia de Zapatero para dejar la secretaría general hay un punto medio, pero en ambos casos media una vía de agua que va a ser laboriosa de reparar.

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