Heridos en lo íntimo

(“El Boletin“, 14 de junio. 2012)

En Europa han tomado buena nota de lo que pasa en España y les parece muy grave. No me refiero a las palabras de Rajoy con el “no rescate”, me refiero a ese ciudadano que en un juego sexual metió su miembro en un cilindro y le tuvieron que sacar los bomberos de su prisión cárnica. “Estos españoles están locos”, dicen en Berlín. En lugar de estar atentos a las recomendaciones que nos llegan desde fuera, en lugar de ajustar nuestra economía al paso alegre de Van Rompuy lo que hacemos es meter el pito en un cilindro metálico en un gesto estúpido que demuestra lo preocupados que nos tiene devolver la ayuda europea.

Le va a tocar a De Guindos traducir que la primavera la sangre altera y que hay gente pá tó como decía “El Guerra”. Lo malo es que esta cuestión que podía haber quedado en anécdota del servicio de urgencias ha trascendido y en las televisiones sacan a los bomberos que rescataron al hombre y a su cosa, una estampa que ha dado la vuelta al mundo con sus correspondientes comentarios. Si cuando lo del Mundial de Sudáfrica la imagen fue la de Iniesta “de mi vida”, ahora durante el Europeo vamos a ser recordados como esos que se meten en camisa de once varas.

Los juegos eróticos tienen su peligro, David Carradine era Kung-Fú en la tele pero en privado hacía cosas muy raras. Cuentan que su muerte por asfixia se debió producir cuándo montó un complicado sistema de cuerdas y poleas para darse autoplacer en la habitación del hotel. Estas cosas se complican: quizá hubo una corriente, luego un portazo y detrás fue el actor cogido por dónde más duele. “¡Qué pene de hombre!”, se escuchó decir en su funeral.

Ángela Merkel nos va a expulsar del paraíso del euro porque somos unos salidos. La imagen del español enganchado a la tuerca no ayuda a proyectar seriedad en el país, más bien todo lo contrario. La culpa va a ser de los propietarios de los cines que han quitado las salas X para poner supermercados chinos. Es verdad que la cabra tira al monte y si le quitas el monte no acabas con el deseo sólo tienes a una cabra desconsolada.

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