Es-timada Cristina

(“EL BOLETIN“, jueves 4 de abril 2013)

Lo suyo está rodeado de hitos: la primera persona de la Casa Real imputada, la primera infanta de España que pasará por un juzgado, (aunque eso está por ver), la primera persona en enterarse presuntamente de los chanchullos de su marido sin parecerle extraños. Los hitos continúan porque las crónicas dicen que esta mañana ha llegado con normalidad a su trabajo en La Caixa de Barcelona, ¿y qué entendemos por “normalidad”, señora?, ¿Acaso un casoplón de varios millones de euros que ha comprado un ex jugador de balonmano con el sudor de su frente? Si uno se arriesga a tomar por tontos a los demás puede que alguien le señale con el dedo y eso le va a pasar por mucho que corra el Gobierno a su rescate; total ya que rescatamos bancos en ruinas podemos rescatar también infantas con aluminosis matrimonial.
En su entorno se da por fetén que la corona se hereda de padres a hijos y que detrás de todo está Dios que es fue el primero en conceder la actual prebenda a su antepasado. A partir de ahí todo son reverencias y pasar revista a las tropas ejerciendo de españoles modélicos. Eso también debe formar parte de la normalidad, igual que situarse por encima del bien y del mal de los padecimientos de sus compatriotas con los que muestra escasa empatía.
La corona es un mecanismo simple que se basa en el rito aceptado, si los que tienen que creer en el rito se lo saltan entonces no cree en la corona ni Rita. Si vamos de yupies sin fronteras entonces tendremos que renunciar a los privilegios de ser duques guays; o una cosa o la otra, pero me temo que el hartazgo del pueblo soberano le puede dar por resuelta esa disyuntiva. En Palma de Mallorca les han quitado una calle y les han pedido que Urdangarin no ejerza mas de duque insular y que se quede con su desafortunada condición de duque “em-Palma-do”.
La normalidad no es salir de un casoplón que está por encima de sus posibilidades, ni llamar al Séptimo de Caballería para que active a la Fiscalía en su rescate. La normalidad no es desplazarse en coche oficial con escolta, gasolina y protección que le pagamos todos. La normalidad no es aparecer en la línea de sucesión al trono cuándo se tienen cuitas judiciales. O lograr que se abra un debate en el que se ponga en evidencia que una infanta tiene menos protección jurídica que un diputado de asamblea regional. En ese caso lo tienen muy fácil las infantas: que se presenten a las elecciones.
Debe ser muy triste saberse destinada a la historia para acabar en carne de cotilleo de “Sálvame”, y de ahí para abajo porque las comadres no hablan de otra cosa. La rampa que desciende al juzgado de Palma espera su taconeo imperial.

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