El guindo de don Luís

(“OTR“/EUROPA PRESS, miércoles 10 de abril 2013)

Como las maracas de don Antonio Machín, igual. Lo malo es que piensen que los demás también estamos para que nos encierren en un frenopático; al menos esa es la idea del ministro de Economía que afirma ver “señales de estabilización”. Vale. Estupendo. Acudamos a los clásicos: “maestro, si por algo te seguimos es por lo claro que te explicas”. Mezclar teoría económica con teología de todo a cien es meritorio pero digno de mejor causa; no le va a quedar monaguillo que le siga por las curvas del monte de la semántica irracional. Si a uno le paran en un control de alcoholemia y argumenta que ve señales entonces puede tener un serio problema de retirada del carnet de conducir.
Si De Guindos quiere seguir con el cargo de pitoniso oficial debería completar el atuendo con un chándal. Algo tiene esa prenda que en política causa furor, que se lo digan a los candidatos venezolanos. Maduro, llevado por un ataque de ornitología mística dice haber escuchado al difunto Chávez en boca de un pajarito, lo afirma con el chándal de las grandes ocasiones, esa prenda que sirve para entrar en contacto con seres de otras dimensiones desconocidas. Caso de ser cierto lo que afirma Maduro en el mas allá son unos cachondos porque Chávez no se merecería reencarnarse en tierno gorrión si no en otro pájaro de mayor tamaño y prestancia, (el águila que desde siempre ha sido un ave idónea para colocarla en un escudo). El difunto Chávez toda una vida dedicada a la revolución, a la causa bolivariana, para acabar con la dieta del alpiste, es de una tristura indecible.
De Guindos enfrascado en un chándal simbólico, el de los domingos y las grandes cumbres europeas, afirma unas cosas que son de podio en el campeonato mundial del surrealismo. Sólo desde la pasividad y la dejación de funciones ciudadanas no se entiende que no le manden a tomar Fanta. Las señales de estabilización hacen buenos a los brotes verdes de Salgado y Solbes, y recuerdan un anuncio de la televisión de los setenta en el que se pregonaban las virtudes de un detergente que lavaba con “palitos verdes y granos azules”, (esa era la explicación científica, ¡chúpate esa!). Nos toman por tontos de baba pero lo mejor es que nos encanta ser tratados como seres cargados de culpa que aceptan la condena sin conocer la sentencia. Llevamos el cromosoma de la resignación marcado a fuego.
Ahora que ya no está José Luís Sampedro, el último sabio humanista que encontró sentido a la economía, nos hemos quedado mas solos en la caverna desde la que vemos imágenes proyectadas en la pared, sombras chinescas de dragones y pájaros.

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