Pitos y flautas

(COLPISA/VOCENTO, martes 25 de junio 2013)

Si la presidenta del PP en el País Vasco, Arantza Quiroga, que es mujer templada y poco dada a los grandes titulares reconoce sentir “vergüenza” por la actitud “vomitiva” de Luís Bárcenas es que el hartazgo recorre toda la escala social. Hay un malestar sordo pero in crescendo que lleva a pitar a los políticos y a los miembros de la Casa Real, el origen no está claro pero una vez prendida la mecha quizá por la proximidad a las hogueras de San Juan ya no hay quién la modere. Todo parece igual: secuencias de una película de rufianes sin complejos, el espectador parece asistir a una edición chusca de “Tú si que vales” en la que se puede patear a un trapecista o a un tuno de la tercera edad, o a un ministro. Da igual.
Las razones son complejas pero se avivan cada vez que nos ofrecen imágenes de Bárcenas entrando en su casa tan ricamente con ese aire de superioridad marcial con el que parece amenazar a todo el mundo, o cuando se conocen regalos de tramas corruptas en formas de relojes caros, o cuando es moneda de “cuento corriente” ver cómo los partidos agradecidos devolvían favores en forma de concesiones de carreteras, autopistas y vías de alta velocidad. Toda esa componenda que excede al entendimiento de los mortales, (los que votan y pagan a Hacienda), forma un magma caliente que cruje bajo el suelo. No es lo mismo el trato a Blesa que a Julián Muñoz, ni a la infanta Cristina que a Isabel Pantoja por supuesto salvando todas las garantías judiciales, pero no es lo mismo.
Entre pitos y flautas se nos está calentando el verano cuando el tópico siempre se ha referido al “otoño caliente”, (un mito muy sobrevalorado). A la Casa Real también le afecta la mala imagen de Iñaki Urdangarín que lejos de corregir cada día se adentra en un bosque de correos electrónicos que le dejan de patán para arriba cuando le habían convertido en duque Grande de España. El personal no disocia entre una reina amante de la música, melómana exquisita, y aquella reina que hacía risas con Urdangarin en la cubierta del “Fortuna” antes de tener que ser devuelto a los empresarios mallorquines que se lo regalaron al rey.
Los pitos y flautas se pueden alejar con vallas pero la gente gritará mas fuerte. Pagan de manera traicionera justos por “defraudadores” pero ya se pueden dar por contentos si la temida fractura social se quedara solo en esa parte del espectáculo y no pasara de ahí.
La España que se tuesta en los tendidos de Sol se ha hartado de la España de sombra, muy pintada al óleo agarrada a sus privilegios. A falta de buena lidia en la plaza lo que nos toca presenciar es una bronca que sube desde la barrera a las gradas. En las Plazas de Toros la mayoría del pañuelo blanco otorga y quita premios, el presidente es una figura representativa que se puede cuestionar. Las miradas están puestas en el palco, el que asome la cabeza sabe lo que le espera, todo menos gestos de indiferencia.

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