Tuertos y ciegos

(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 14 de julio 2013)

La capital del reino la situó en Madrid Felipe II en 1561 y en 2013 Luis Bárcenas se ha empeñado en trasladarla a Soto del Real. Bárcenas es un problema para el PP, una rémora para la sociedad y un mal argumento para la oposición. Estamos ante una democracia frágil con unos mecanismos de defensa de muralla medieval, un gobierno de tuertos que tiene delante una oposición de ciegos. Rubalcaba exige a Rajoy aquello que el PSOE ha sido incapaz de resolver con los ERE de la Junta de Sevilla, y desde la “autoridad moral” que le da seguir defendiendo a Griñán se pontifica como catalizador del enfado parlamentario. Es de risa si no fuera de llanto.
El único camino que le queda a Rubalcaba es una moción de censura para limpiar la imagen de la clase política, y esa moción exige presentar un plan de Gobierno y un candidato alternativo para que sea votado, y ahí le espera el PP con su mayoría absoluta y con ganas de hablar también de los ERE. Bárcenas no solo pone en solfa la contabilidad B de un partido también saca al aire nuestras miserias internas; si Rajoy se blinda en el silencio para no comparecer en el Congreso es porque el PSOE solo tiene de oposición el título, sus heridas internas que no terminan de cicatrizar son una muestra de por qué no están en condiciones de exigir nada. A esta situación de inestabilidad democrática hemos llegado todos juntos, si los partidos han crecido por encima de los ciudadanos es por la dejación que hemos hecho de nuestro deber democrático. Si aceptamos la “barcenada” como acción cometida por un elemento extraño podremos decir que somos cómplices de múltiples “barcenadas” en nuestro entorno. Hace décadas que los dos grandes partidos, PP y PSOE, han perdido su objetivo de servir al ciudadano para convertirse en máquinas de colocación de afines, segadoras de ilusiones, parte del régimen basado en una alternancia infame. Y cuando algún dirigente recuerda que se han apartado del camino entonces la casta se lanza sobre él teniéndolo como díscolo, incómodo o alucinado. Lo importante es seguir sin reconocer que la maquinaria apesta; a un Rajoy enclaustrado le iguala un Rubalcaba incapaz de generar ilusión. Bárcenas es un problema, sin duda, pero no el menor. Pillos como él: Roldán, Juan Guerra y otros, existieron porque fueron mimados por los partidos políticos.
Así que antes de presentar mociones de censura, antes de plantear que Rajoy no aparezca por ninguna parte hasta después del verano, deberíamos exigir decencia y que no nos tomen por tontos legislatura tras legislatura. O eso o admitamos que nos va la marcha y que somos incapaces de ejercer como ciudadanos democráticos porque pensar da mucha pereza.

Compartir:

Etiquetas: , , , , ,

Deja una respuesta

*