La trampa

(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 27 de octubre 2013)

No está mal que de vez en cuando a la sociedad le coloquen un espejo delante para que se dé cuenta de su apariencia. El discurso de Antonio Muñoz Molina en los Premios Príncipe de Asturias es para enmarcar, está basado en parte en su último libro que también es de consulta obligatoria: “Todo lo que era sólido”. Dentro de unos años volveremos a él para entender cómo fuimos durante este prolongado periodo de crisis no sólo económica.
El discurso del escritor es la visión inteligente de la recuperación de los mercados que con tanto entusiasmo nos vende el gobierno como consigna electoral, Montoro levita, el número dos de la patronal, Arturo Fernández, cae en el peloteo oficial con metáforas de vergüenza ajena. Pero no habrá crecimiento mientras la “rectitud cuente menos que la trampa”, como dice Muñoz Molina, ahí reside nuestro mal. La desazón del español es ver cómo el clientelismo se impone por delante de los méritos y cómo la iniciativa tiene poco que hacer si no va acompañada del padrino político correspondiente. Lo que se plantea en ese discurso es la recuperación moral que nos debería preocupar tanto como la subida del IBEX o la bajada de la dichosa prima de riesgo. Una vuelta a los valores del esfuerzo dónde los que estudian, o trabajan, con mayor intensidad son quienes alcanzan las mejores metas. Nadie se hace escritor sin esfuerzo y sin pelear el mérito todos los días, hemos olvidado que para crecer es necesario intentar ser los mejores sin ayudarnos de artimañas. Tampoco nadie se hace empresario sin echarle ganas y horas a su trabajo procurando ser competitivo, creando riqueza en su entorno. Una fórmula que vale desde al pequeño tendero hasta el presidente de una multinacional.
Trampas las vemos todos los días; tramposos con cara y traje de chaqueta salen con total impunidad impartiendo doctrina de cómo llegar a ricos saltándose las reglas del juego porque para eso ellos son los mas listillos de la clase. Esos tramposos deberían ser tratados como marginales en una sociedad sana, nunca como modelos de referencia que son imitados por los jóvenes.
La lástima es, como dice Muñoz Molina, que no seamos capaces de aprovechar el período mas largo de paz en España, algo que nunca antes habíamos vivido porque nuestra historia es un catálogo de sobresaltos armados y de espadones al aire. A veces parece que nos dé miedo ser libres y mayores de edad. Ahora lo que podemos hacer es tomar conciencia de la imagen grotesca que rebota el espejo o seguir pensando que todo nos ha de ser dado porque sí.

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