Un dolor y un olor

(“ABC“/MADRID, martes 5 de noviembre 2013)

Una huelga de basuras se aprecia bastante, se podría decir sin riesgo a errar que se nota “de narices” a medida que avanzan las horas; lo que por la mañana es un contenedor repleto por la noche es una sucursal de la cochambre urbana donde se mezclan mondas de patata y periódicos atrasados con pañales infantiles. En la pelea entre trabajadores de la recogida de limpieza y el Ayuntamiento de Madrid sepan que serán los ciudadanos los que pagarán las consecuencias. Estuvo poco iluminada la alcaldesa cuando dijo que en Madrid estábamos acostumbrados a demasiada limpieza, (declaraciones proféticas antes de que llegue el hedor del conflicto a los madrileños pasmados).
El dolor de cabeza lo tendrán acaso en el Ayuntamiento pero el olor nos lo pasan a los ciudadanos que tendremos que sortear bolsas de basura por las aceras y encontrarnos con algún roedor que emerja de las alcantarillas para disfrutar de la fiesta, sin límite, a lo Pocholo. Una imagen capitalina bastante triste si le añadimos un poco de niebla matinal y el tono ocre que sale en las fotos de otoño. Hojas secas en la acera junto a basura pisada. Terrible estampa.
La huelga de basuras es de los conflictos mas impopulares a los que se puede enfrentar un ayuntamiento que debe negociar hasta la extenuación para mantener en activo un servicio que es esencial, aunque tal vez quieran que nos desacostumbremos a tan alto nivel higiene. Eso, la culpa va a ser nuestra por ser unos antiguos y unos malcriados.

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