Entrevista para ABC

(SUSANA GAVIÑA EN ABC/CULTURA)

Rafael Martínez-Simancas (Rute, Córdoba, 1961) lo tenía todo. Con cincuenta años recién cumplidos, era padre de dos hijos y disfrutaba de un carrera de éxito como escritor y periodista. Columnista en varios medios del grupo Vocento, director de la tertulia «De costa a costa» en Punto Radio, acababa de asumir la dirección del diario «Qué!». Sin embargo, un dolor en el estómago le llevó un día de otoño al médico. El diagnóstico:linfoma. Sí, tenía leucemia. El 3 de noviembre de 2011 cambiaría su vida de forma definitiva. «A partir de ese momento supe que podría correr o gritar pero el bicho iría conmigo, lo llevaba dentro, él era Alien y estaba dentro de mi tripa. La solución inteligente era pactar una convivencia pacífica porque sabía que para darle caña tendrían que pasar por encima de mí mismo; en efecto, así fue».

Desde entonces, Martínez-Simancas, al que poco tiempo después le dectectaron también un melanoma, ha pasado media docena de veces por la mesa de operaciones («iba camino de sacarme un bono-quirófano»). Los meses siguientes fueron un trasiego de ir y venir al hospital La Paz de Madrid, «donde me he montado en todos sus cacharritos», bromea. Todas estas vivencias las ha plasmado en un libro, «Sótano octavo» (Ediciones B), un lugar ficticio al que durante estos meses ha bajado en soledad para reecontrarse con su angustia y con su miedo; y donde solo el llanto le ha dado consuelo.

Restarle terror

Para Martínez-Simancas no se trataba de escribir un libro de autoayuda. «Quería que fuera útil para quien lo leyera, en la medida que pudiera restarle terror a algunas de las pruebas. Cosa que nadie te cuenta». El texto lo plantea a partir de tres preguntas: ¿por qué yo? ¿por qué ellos? y ¿para qué? «Es una enfermedad que me ha tocado a mí, y he querido contar mi propia batalla».

«En este libro hay muchas líneas dedicadas a pelear, a luchar, a confiar en la sanidad»
Y lo hace mirando a la enfermedad cara a cara, sin caer en la autocompasión. «Porque no tiene que estar. En este libro hay muchas líneas dedicadas a pelear, a luchar, a confiar en la sanidad que, en mi caso, es pública…».
Escrito «urbi et orbi», «Sótano octavo» está lleno de sentido del humor. «Es algo que aplico a todos mis escritos, todo lo que he hecho en la radio… Es la distancia inteligente. Algo distinto a la despreocupación, que sería irresponsable. Es algo que me ha salvado de muchas cosas». Un factor tan importante para el escritor que incluso en el libro confiesa un deseo:«Me encantaría que Ibáñez, a quien admiro mucho, publicara un libro sobre los “quimioterapiados”, y poder coincidir con él en la Feria de Libro».

¿Y yo qué hago aquí?

En «Sótano octavo», el escritor vierte también una mirada de optimismo ya desde la portada, una ventana abierta a la naturaleza –«elegida por el editor», matiza–. «Es una ventana a la luz, porque la mayor parte de las pruebas que nos hacen están en el sótano. De ahí el nombre de “Sótano octavo”, aquel al que bajamos los que tenemos cáncer. Ahí te pones a llorar y no te escucha nadie. Y te preguntas: ¿y yo qué hago aquí? Es un sitio tan jodido que o tienes tú la voluntad de emerger de ahí de una patada o…, porque al final quien más trampas te hace es tu propia cabeza».

También es «un gran libro de agradecimiento» a la familia, a los amigos, a los médicos… «A algunos que me han tratado como ángeles y otros con mucho cariño. Creo que en el trato personal hay mucho de la recuperación del enfermo».

Martínez-Simancas concluyó su historia literaria tras un autotransplante a finales de 2012. Hoy sigue luchando contra la enfermedad y se enfrenta a un «trasplante de donante. Lo que toca». ¿Es una novela épica? «Es una definición muy bonita, aunque mi hijo dice es una lucha entre ogros, hadas y duendes. Es una narración de un escritor y periodista que cuenta su propia batalla. Pero esto es algo que lo sufren todos los días miles de personas».

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