Míreme a los ojos

(“COLPISA“/VOCENTO, martes 24 de diciembre 2013)

En efecto: ya es mala suerte la nuestra. Un amigo historiador me retaba a que le dijera el nombre de un buen gobernante español de los dos últimos siglos y mientras buscaba en el recuerdo zanjó mis dudas: “no le des mas vueltas, no hay. En cambio en Francia, o en Inglaterra”, y dio unos cuantos nombres de políticos memorables. ¿Qué habremos hecho mal en España para tener a estos dirigentes que, salvadas honrosas excepciones, no dan la talla ni como secundarios de una película de marcianos de bajo presupuesto?
En la técnica del debate político se usa a menudo un argumento contundente contra el rival: “míreme a los ojos”, para acto seguido dudar de su capacidad como gestor. Durante los años del Watergate bajo la foto de Nixon se escribió esta leyenda: “¿compraría usted a este hombre un coche de segunda mano?”; si rescatamos el cartel tiene plena vigencia en nuestros días. No se salva ni el Tato, miremos a derecha e izquierda, miremos a los sindicatos, o miremos a la jefatura del Estado. Si algo ha logrado el gobierno de Mariano Rajoy es en unificar la respuesta de la mayoría de los ciudadanos que se sienten indignados, hasta sus votantes, lo cual ya es meritorio. Huele todo a naftalina y a tiempos pasados, ni hecho a propósito les podría haber salido peor este entuerto que levantaría de su tumba a Quevedo para volver a escribir al Conde Duque de Olivares que “no he de callar por más que con el dedo” porque, en efecto como decía el escritor, no quedan espíritus valientes.
Pero teniendo en cuenta que los dirigentes salen de la sociedad que les vota, y que no nacen en Júpiter, ni vienen de Venus, habrá que diagnosticar una enfermedad grave de pasotismo social a los ciudadanos. Si repartimos a los imputados electos entre sus votantes nos saldrá una curiosa relación de apoyo al mangante por metro cuadrado. Nosotros, la sociedad, les hemos elegido en repetidas ocasiones. El ejemplo mas próximo fue Jesús Gil, ya desaparecido, pero el “gilismo” continúa por otros caminos y lejos de extinguirse gana terreno. Resulta muy cómodo tener siempre al corrupto conocido antes que plantearse un cambio de representantes para que dejen de reírse de nosotros. Ese miedo a la madurez, esa manera de tragarlo todo, ese callar en público para protestar en privado es la señal de que se nos está haciendo muy largo el siglo XIX. Llevamos en los cromosomas el servilismo y la adoración al líder aunque lo sepamos equivocado porque es de los nuestros. Y, entre los nuestros y los suyos, se ha llenado el paisaje de telas de araña y de caspa.
Gallardón, Mato, Wert, Montoro, Soria y Fernández Díaz, ¿se imaginan tanto desatino junto en la misma mesa?, pues ahí los tienen camino de la gloria, dispuestos a llevarnos hacia el país de los brotes verdes. Ya pueden pedir el libro de reclamaciones que les enviarán a casa un camión-botijo para regarles los geranios con agua a presión.

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2 Respuestas en “Míreme a los ojos”

  1. Hola Rafa soy Juan Ortiz compañero del cole de Julian.

    Magnifico articulo!!

    Un abrazo

  2. laavutarda dice:

    Muchas gracias, un abrazo.

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