CEIM, la pirámide secreta

(“EL BOLETIN“, viernes 14 de marzo 2014)

Da la impresión de que la CEIM es un arcano dentro de las patronales españolas, todo lo que ocurre ahí dentro está sujeto a misterio, silencios, voces extrañas y ectoplasmas que dan mucho miedo. Lo más extraño de todo, digno de programa de Iker Jiménez, es que la directiva de CEIM está formada por ejecutivos independientes que no se conocen entre sí, o eso es lo que cuenta Arturo Fernández cuándo le preguntan por Alfonso Tezanos detenido en la Operación Aneri que era una manera de estafar dinero público con alumnos falsos. No había tales cursos de formación pero en cambio los listos que los creaban se forraban pero bien. Y Tezanos debía ser un recortable que ponían y quitaban para hacer la foto como hacen en los congresos del Partido Comunista Chino.
Siempre que hay un timo de estampita tenemos que preguntarnos quién es el que se quería aprovechar del pobrecito que tenía un sobre lleno de billetes. ¿Y los servicios de inspección de la Comunidad de Madrid?, ¿Estaban de vacaciones?, parece mentira que no haya un inspector que se acerque a ver cómo van esos cursos de formación que pagan ellos. Es tan increíble como aquel capítulo de Chicote en el que entraba en un bar de la Puerta del Sol en el que correteaban las cucarachas por encima de una pata de jamón, ¿La inspección de Sanidad no vigila, no está atenta a los bares instalados en zona de especial protección turística?, (eso sin contar que un día entre el consejero de Sanidad a tomarse un montadito en semejante zoo de insectos).
La CEIM está envuelta en un proceso electoral al que Arturo Fernández se presentaba con cierta tranquilidad porque para eso puede presumir de amistades poderosas, (en cuánto puede enseña alguna foto cazando con el rey, un “corinato” en toda regla). Fernández pensaba que el principal problema era el candidato opositor, Hilario Alfaro, pero se equivocó porque su problema mayor es la realidad. Si pierde las elecciones los siguientes entraran en la pirámide de CEIM dispuestos a llegar hasta la cámara acorazada del gran faraón, allí dónde Fernández guarda los tesoros secretos que pensaba llevarse en su viaje por el inframundo.

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