A la derecha del Rey

CABECERAS GRUPO VOCENTO/ AGENCIA COLPISA

Se esperaba algo parecido a lo que ocurrió cuando Don Juan hizo una renuncia formal ante su hijo Juan Carlos I de sus derechos dinásticos. Fue un taconazo seco, militar, de marino, algo que sonó en la sala a muy serio y que recordamos como: “¡Majestad, por España!”. Hay que decir que quienes esperábamos un gesto, un taconazo, no hubiera extrañado pero el movimiento del rey se convirtió en algo más paternal, también institucional, llevado con naturalidad y como el que tiene muy bien pensado que su hijo debe sentarse a su derecha, de ahí el baile de sillas al que hemos asistido de manera ojiplática porque ha bastado un pequeño gesto para dejar constancia de un gran momento. Y en la solemnidad de la sala de las columnas del Palacio Real donde hemos visto hasta cómo se firmaba la entrada de España en Europa y rematábamos años de pavorosa autarquía.
Se le ha visto emocionado a Juan Carlos de Borbón; por suerte el todavía Príncipe le pidió a sus hijas que se acercaran para relajar la tensión porque don Felipe estaba aún más emocionado.
Lo que cuesta al escribir la crónica de una abdicación es situar a cada uno en su sitio, y con su nombre: porque el rey acaba de dejar de serlo, el Príncipe lo es, el rey saliente se convierte en capitán general y, (en realidad la única que está en su sitio es la silla que puede tener una simbología especial porque Don Juan Carlos siempre le ha dicho a su hijo que en la vida hay que observar antes de tomar una decisión).
La monarquía es una puesta de largo continua de gestos y, de nuevo, la hemos visto. Era la silla, la simple colocación del futuro rey en una silla, sin taconazos, ni renuncia formales, ni grandes o pequeñas escenas que pasen a la Historia. Lo que hemos presenciado es el cariño de un padre hacia un hijo que mañana será rey. De momento está colocado a su derecha, como era esperar en el corazón de un buen padre.

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