Los calores del infierno

Por: M. ANGEL AGUILAR

Sube la temperatura por encima de los 40 grados, disminuye la humedad relativa por debajo del 30%. Sopla el viento. Arden los montes. Escribe El Roto en una de las viñetas que publica en las páginas del diario El País que ha sido desarticulada una red de termómetros chinos causantes del incremento calorífico. Los rigores del clima se hacen con el protagonismo informativo y ocupan los espacios de privilegio en los periódicos, en la radio y en la televisión. El recurso a los sistemas de aire acondicionado dispara el consumo eléctrico hasta niveles récord y empiezan a menudear los apagones porque las compañías suministradoras perdieron el ritmo inversor capaz de acompañar la crecida de la demanda energética.

Se forman grandes e interminables atascos de automóviles camino de las playas y al regreso. Dicen las autoridades de la Dirección General de Tráfico que con estos bueyes hay que arar y que es imposible disponer de autovías suficientes para que discurra sin retenciones el tráfico multiplicado que se genera en las fiestas y en los puentes. Faltan soluciones imaginativas como las desarrolladas en algunos países cuando la primera crisis del petróleo en 1973 a base de autorizar alternativamente en días sucesivos la circulación de los vehículos de matrículas pares e impares. Tampoco se adoptan medidas como las establecidas en los ferrocarriles para fijar los días blancos y azules, ni se habilitan áreas de atascos, como las establecidas de descanso para alivio de los magrebíes en tránsito hacia los transbordadores de Algeciras, en cuyos recintos podrían ofrecerse columpios para los más pequeños, alimentos propios de la gastronomía de la zona y finos artículos de la artesanía local. Todo propende a recalentar el asfalto y las meninges y a quemar el embrague y los nervios.

En esta situación límite se ha tenido noticia de un examen de termodinámica celebrado en la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad de Valladolid, donde el profesor planteó a los estudiantes una sola pregunta redactada en los siguientes términos: ‘¿Es el infierno exotérmico (emite calor) o endotérmico (absorbe calor)? Justifica tu respuesta’. Parece que la mayor parte de los estudiantes, según información remitida por Rafael Martínez Simancas, escribieron su respuesta basándose en la Ley de Boyle, según la cual el gas se enfría cuando se expande y se calienta cuando se comprime.

Entre todos los ejercicios entregados resaltó el de un alumno que apuntó elementos discursivos propios. En su redacción partía primero de la necesidad de saber cómo varía la masa del infierno. Para averiguarlo estableció la necesidad de conocer la frecuencia con la que las almas entran en el infierno y la frecuencia con la que salen, porque del saldo se obtendría la variación de masa que buscamos. En su opinión, debía asumirse sin duda ninguna el principio de la eternidad del castigo de la condenación, de donde se deduce que un alma que entre en el infierno jamás saldrá de allí. Es decir, que la frecuencia de salida es nula. Ahora, para calcular cuántas almas entran en el infierno, tiene en cuenta la existencia de gran diversidad de religiones, coincidentes todas en destinar al infierno a quienes no sean miembros de ellas. Además recuerda el principio de que para cada persona dada se verifica la imposibilidad de su pertenencia en un momento determinado a más de una religión. Y, a partir de ahí, deduce que toda la gente y todas sus almas acaban en el infierno.

Luego, las tasas de natalidad y de mortalidad le llevan a la conclusión de que el número de almas que ingresan en el infierno crece exponencialmente. Se ocupa a continuación de examinar la variación del volumen del infierno atendiendo a la Ley de Boyle, según la cual para que la temperatura y la presión en el infierno permanezcan invariables, su volumen tiene que expandirse en la medida en que se van sumando almas. Explora, entonces, dos posibilidades: 1) que el infierno se expanda a una velocidad inferior a la frecuencia de entrada de las almas, lo que incrementaría la temperatura y la presión en el infierno hasta que viniera a reventar; 2) que el infierno se expandiera a una velocidad mayor que la frecuencia de entrada de condenados, con la consecuencia de un descenso de la presión y la temperatura ambiente hasta la congelación.
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Todo propende a recalentar el asfalto y las meninges y a quemar el embrague y los nervios
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En este punto, el alumno se ve obligado a optar y para hacerlo introduce un nuevo postulado, enunciado al parecer por su compañera Rocío López cuando estaban ambos en primer curso de carrera, y que fue formulado en los siguientes términos: ‘El infierno se congelará antes de que yo me acueste contigo’. Después, refiere el hecho de que todavía no lo ha conseguido, lo que obliga a establecer la falsedad de la segunda opción, y a proponer como mejor respuesta la de que ‘el infierno es exotérmico’. Falta decir que nuestro aventajado alumno obtuvo, según se ha sabido, la calificación de matrícula de honor. Vale.

CINCO DÍAS
Madrid, 29 de julio de 2005

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