Franco a pie

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Franco fue un estorbo, pero no como estatua sino como dictador. Como mandatario fue una pesadilla que duró mil años concentrados en cuarenta tomos del calendario. Pero cuando hubo motivos para apearlo del pedestal, en vida, nadie tuvo narices de bajarlo y ahora han tenido que acudir a la estrategia del ataque “al alba y con fuerte viento de levante”. Han tenido que esperar a que se jubilara el último furriel de la Guardia Mora para atacar al tirano por la base. Prueba de que el franquismo sociológico continúa es que para desmontar la estatua han acudido al amparo de la madrugada.

Franco fue un dictador de la peor calaña que mandó al paredón a la mejor juventud de los años treinta (de uno y otro bando), pero el franquismo no se ha terminado de desmontar, ni mucho menos.

Pero una estatua a nadie le molesta, incluso el diablo tiene una en el Retiro. Si nos ponemos a hacer revisionismo histórico a fondo, no queda un cuadro sano en el Museo del Prado.

Franco ha muerto en la Castellana. Se me ocurre acudir a aquel anuncio en el que un vejete preguntaba: “¿y a todo esto, Franco qué dice?”.

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