El placer de conducir

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Decía Jardiel que sólo había dos maneras para alcanzar el camino de la felicidad: ser tonto o parecerlo. Cualquiera que haya mirado los números de los coches que se han vendido en los últimos diez años y los haya comparado con los kilómetros de autovía inaugurada, se habrá dado cuenta de que \”aquí no hay quien viva\”. Tenemos coches para inundar las autopistas de Europa nosotros solos y sin necesidad de llamar a nadie más. Lo de menos es la nieve, o el sol, la Semana Santa, el puente del 1 de mayo. Lo básico es que no podemos circular tanta gente.

Eso y que el personal pasa olímpicamente de las recomendaciones de la DGT cuando anuncian que no se salga a las carreteras porque están saturadas.

Ser feliz con un coche se está convirtiendo cada día más en misión imposible. Uno no gana más que para ponerle gasolina, pagar el seguro y luego soportar el atasco. Bien mirado, los esclavos vivían igual de amargados con la bola atada al tobillo, pero por lo menos no les hacían pagar el precio del metal.

En materia de circulación viaria pecamos de una inocencia que asombra. Creemos que con pagar el coche ya tenemos derecho a la pista libre del Scalextric. Algo indica que vamos a tener que cambiar de costumbres en materia de circulación.

En la carretera de Valencia me habría gustado ver al creativo de ese anuncio tan famoso que dice: “¿te gusta conducir?”. Más que nada para responderle con otro eslogan de moda: “va a ser que no”.

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