La tarta es el mensaje

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

TRAS asistir a los llamados bautizos civiles donde un menda toca un arpa, alguien arroja pétalos de flores y los papás del niño entran en éxtasis, se creía que habíamos tocado el techo de la horterada. La imagen patética de un concejal leyéndole el Código Civil a un nene de diecisiete años, con el “piercing” en el ombligo (tanto el munícipe como el bautizado), parecía imposible de superar pero se ha conseguido. Ronaldo ha logrado casarse sin boda, con un cura más falso que un zapato chino y ante una selección mundial de futbolistas jóvenes, ricos, desocupados e intrascendentes? que a su vez iban acompañados de unas modelos igual de jóvenes, no tan ricas, sí desocupadas e infinitamente más intrascendentes. En aquel castillo de la región parisina, para buscar a un gramo de talento, había que salir fuera a la gasolinera donde se compra el hielo. Pero lo importante para los contrayentes era el acto y antes el fasto (asociado gramáticalmente al gasto). Gracias a unos “amigos” han trascendido las fotos del enlace, me resisto a llamar boda lo que no fue y amigo a quien traiciona la promesa de no hacer fotos. La clave estaba en una gran tarta: los novios dijeron sí ante un abeto azucarado y relleno de todas las cremas que sólo saben hacer en Francia. Por lo tanto más que el cura falsario, las leyes civiles, los juramentos con diamantes, Ronaldo y su chica se han casado ante el maestro pastelero. Insólito, bobalicón pero original. Se supone que el amor es dulce y la pareja ha optado por la glucosa como nexo de unión. El día que se quieran separar con abjurar del dulce ya les sirve. Quizá alguien pueda pensar que es una exageración montar una fiesta en un castillo francés para comer un trozo de tarta pero tengamos en cuenta que cuando el amor manda la razón se abstiene. En unos días nos espera otro enlace sonado: el de la joven pareja Carlos y Camila. De entrada la suegra se ha puesto borde y mandona, que para eso es reina, y se niega a ir de paripé a lo que no sea estrictamente necesario. La reina de Inglaterra no abandona su partida de parchís por nada que no esté íntimamente relacionado con la seguridad nacional. Siglos de aburrimiento coronado le dan a esta señora la capacidad de elegir en qué ala del castillo se duerme mejor la siesta del carnero. Por lo tanto Camila se puede comer la tarta pero no la va a compartir con la suegra, bien mirado es como si la reina se vengara de la novia y le deseara felicidad a kilos, sí, pero en la cadera. Tomemos ejemplo de estos enlaces tan insulsos como ineficaces desde el punto de vista religioso o civil, pero yo a partir de hoy mismo cuando jure (o prometa) lo haré con una mano en la caja de los donuts

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