Encuestas y cadáveres exquisitos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

EL CIS dejará de ser un arma partidista para convertirse en un elemento de servicio al pueblo cuando mida el índice de aceptación de Carmen Sevilla en “Cine de Barrio”, el punto kilométrico hasta donde ha metido la pata Lidia Lozano con el caso Ylenia y si a la boca de Rafa Nadal le hace falta una prótesis. Para unas cosas, (las políticas), somos muy mirados pero para las de la fama nos da un poco igual. El Gobierno debería saber, (y más leyendo la magnífica columna de ayer de Carmen Esteban), que España necesita una referencia con respecto al destino final de la hija de Al Bano. Según Carmen es la autopsia a una raza periodística basada en la especulación y el cotilleo, pero yo estoy más con los que piensan que es un duro golpe para las peluquerías. Si uno no puede confiar en su peluquero, ¿qué nos queda en esta vida?
Mientras España se nos convierte en una gran manifestación al sol, (y las que nos quedan), no podemos quedar insensibles al gran drama de la tele: ¿hay que creer, o no, a los que salen con los chismes? Aquello que comenzó en “Tómbola” como un aquelarre de folklóricas, se complica hoy en tramas de James Bond. “Cualquiera puede salir en la tele a decir una sandez siempre que esté justificada por el incremento de audiencia”, la cita es de Perogrullo Mediático. Tampoco es que uno depositara la confianza en el futuro de la humanidad en las palabras de Lidia Lozano pero hay que pensar en la cantidad de huérfanos audiovisuales que deja. De confirmarse la noticia sería comparable al espanto que produciría saber que el león de la Metro era calvo y en el cine salía con peluca.

El CIS debería investigar en qué momento se rompe la información rosa para convertirse en documentales de National Geographic en los que el tiburón grande se come todo lo que se le pone por delante con inusitada fiereza. Más que nada por saber desde qué punto ya no nos podemos creer nada: el novio de Lola Flores, las aventuras de Estefanía de Mónaco, las desventuras de Ángel Cristo, los líos de piernas para adentro de los futbolistas. Remover los cimientos del estado de bienestar tiene esos peligros, igual al azotar las conciencias estamos poniendo en peligro el sistema. ¿Qué va a ser de esos parlamentos televisivos donde se pontifica de manera tan sobrada? Es una lástima porque con tipos de visión tan clara como los hermanos Matamoros se arreglaban muchos problemas. Kiko o Coto, metidos a ministros de Cultura, solventaban el asunto del traslado del archivo en dos patadas (físicas).

El televidente pasmado se pregunta: ¿si todo era falso, a mí quién me devuelve el tiempo perdido?

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