Sevilla

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Hay una Feria en Sevilla tan antigua como la del ganado y en la que participaba toda la comarca, no en vano era la primera gran fiesta de la primavera donde coincidía el trabajo y los placeres.
Esa Feria cambió de lugar y se volvió pija más que señorita, donde con un bote de gomina y un coche de caballos eres alguien. Preguntado por Luis del Olmo, Rodríguez Ibarra respondió que no le gusta la Feria de Sevilla porque allí o vas a caballo ?o pisas cascajones? y a mí no me gusta pisar cascajones?. Una respuesta genial que habría firmado el propio Carlos Cano.
Veo en la televisión como la nieta de Franco entra en una caseta (por supuesto privada) donde le saluda la duquesa de Alba acompañada de un torero famoso y de una bailaora de arte, a su lado un mariquita ?gracioso?. La España de siempre que toca palmas y baila con una copa de manzanilla, lo más rancio que tiene Andalucía. Si entrara Queipo de Llano en la caseta, vestido de uniforme africano no le iba a extrañar a nadie, le darían taquitos de jamón y ?un rebujito?.
Esa Feria de la vanidad y los toros es la que le ha quitado el sitio a la fiesta popular que se refugia en la caseta municipal, (que es casi como el limbo de los desgraciados). La otra, la que se ve en la tele, es la de los ?cascajones? y el señorito, la de la guasa tonta y el chiste fácil, la de los peines y los volantes. ¡Ole y ole!

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