Izquierda Herida

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Entre el pasmo que tuvieron los pastorcillos buenos al toparse con la Virgen de Fátima y la cara de abducido de Llamazares al término del encuentro en La Moncloa hay escasas diferencias. El tresillo de Zapatero (donde los invitados quedan siempre con sensación de tener los pies para arriba) es la Cueva de Iria para el coordinador de Izquierda Unida. Pellizcado por la emoción no dudó en decir que había «datos solventes» para estar ante el final de ETA, y para mayor pasmo añadió que hablaba con un «moderado optimismo». Los pequeños Lucía, Francisco y Jacinta se presentaron ante el cura con la misma cara de asombro, pero al menos ellos habían estado en contacto con un ser superior. No se dio cuenta Llamazares de que Zapatero le acababa de nombrar caballero del santo secreto con capa blanca y cruz roja en la pechera, miembro de una organización reducida que tiene acceso a las claves nacionales en exclusiva. Podría decirse que salió hechizado, prendado, converso y hasta pelota de la causa del poder. Si Zapatero le ha dado pruebas del final de la violencia las tenía que haber destripado en la rueda de prensa, allí mismo en caliente una autopsia a la verdad. Felipe González, que tiene un master en sofás de Moncloa y charlas de café, se reconoce como un «optimista escarmentado». En cambio IU a través de su máximo dirigente se sitúa al lado del PSOE utópico y Llamazares más papista que el Papa, toda una muestra de cómo anda su formación en desbandada.
Detrás de una idea política hay siglos de pensamiento que se forjan en un partido, en el caso de la coalición Izquierda Unida está el PCE (parte fundamental del movimiento obrero español del siglo XX). Crear la coalición costó años y entusiasmo a raudales, en darle la puntilla se tarda menos. Cuando Aznar dijo que había que creerle en lo de las armas de Irak IU le dijo que nones, que no le iba a poner las manos en las llagas para comprobar la veracidad del milagro. En cambio sí creen al presidente del Gobierno; en ese caso que Llamazares salga hoy a la calle en Madrid con una pancarta de «tranquilos hermanos, el paraíso existe y pronto llegará». Tiene una ocasión de oro para estar al lado de las víctimas y contagiarles con el entusiasmo que le ha sido insuflado por soplo divino.

Izquierda Unida cuando visita La Moncloa tiene complejo de pariente pobre, nada que ver con aquella coalición que rompió el techo en 1996 con 2.600.000 votos y que era un rumor en ascenso. Claro que nadie imagina a Julio Anguita participando del entusiasmo ajeno, y mucho menos a su formación de entonces resignada a ser la segunda caja de reclutamiento de votos del PSOE. Llamazares debería hacerse una revisión del aura por si le han embrujado.Gramsci nunca habría caído en la seducción de unos pases rápidos y unas palabritas mágicas.

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