Madrid amarillo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Desde hace unos años el pequeño Hong Kong es un barrio de Madrid que antes se le llamaba Lavapies, pero es que los tiempos cambian y también los viejos nombres se adaptan a las nuevas circunstancias. Tanto es el poderío oriental que van a construir en las afueras un Chinatown como se ve en las películas que llegan de Estados Unidos, un parque temático de lo oriental como Buda manda y donde se podrán encontrar esos productos exóticos que son los reyes del comercio de la moneda chica. Para quitarse un disgusto no hay nada como entrar en una tienda oriental y llenar el carrito por cuatro euros cincuenta de objetos de dudoso gusto pero de precio muy ?apañao?.
Las tiendas chinas son, como diría Mao: ?el ocio del pueblo?.

El vicepresidente de la Asociación de Chinos en España (ACHE? que suena a Eva Hache), Hong Juang Yu, anuncia que la idea está muy avanzada y pronto llegarán a un acuerdo con el alcalde de Madrid para desalojar el centro de pequeños comercios y trasladar el arte oriental a las afueras. En realidad Madrid lleva unos cuantos años de mudanza, el centro se ha quedado para los fines de semana y los despachos de gestorías. El día en el que se mude Lardhy podremos cerrar el centro echando un candado y a la espera de que una empresa alemana lance una OPA sobre nuestras tradiciones.
Luego está el otro centro, el oficial, el de la Puerta del Sol al que se llega con dificultad y del que tenemos referencias televisivas una vez al año.

Madrid amarillo es el inicio de otra forma de entender la ciudad. Igual levantan otro Escorial en una noche de nevada, o ponen una muralla china con chapas de cerveza. La capacidad de iniciativa del pueblo oriental está más que demostrada.
Será una ciudad tres delicias donde los patos laqueados dan vueltas sin parar enganchados a un eje que gira lento. Cuando llueva parecerá una escena de Blade Runner, entonces nosotros los madrileños viejos seremos los replicantes.

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