La banda

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Si la delincuencia contara en el PIB, si la actividad delictiva fuera un indicador de consumo, nos sentaríamos en el G-8 dándole collejas amistosas a los grandes mandatarios internacionales. Se nos iba a quedar pequeño el sofá de la foto. El grado de pulcritud de las bandas es tal que uno nunca sabe si los delincuentes que han entrado en casa vienen a pedirnos los ahorros o buscan la merienda, en muchas ocasiones compran las corbatas en la misma tienda.
El asalto a viviendas con los moradores dentro es uno de los mayores dolores de cabeza de la Policía; los últimos en caer han sido una banda de albanokosovares que actuaban en Valencia y Andalucía. Hay que leer las notas de la Policía porque están cargadas de retórica forense, ya sólo la Policía española y la curia vaticana ponen latinajos en sus escritos, por eso hablan del modus operandi. Un político hubiera dicho que los detenidos se lo montaban de tal forma; menos mal que nos quedan los escritos oficiales donde se refugia el saber.

El cabecilla es un tipo llamado Gabriel W. que a su vez controlaba células que trabajaban en cuadrilla, sin tener conocimiento unos de otros, una pequeña red de contraespionaje conectados en clave.Tenían una sofisticación brutal, como si fueran una colmena donde hasta los zánganos tienen que ir a por el pan. Los había que esperaban en un primer coche, luego otros en la retaguardia y, por supuesto, un comando de acción inmediata que le pegaba la patada a la puerta cuando los residentes estaban viendo ¡Mira quién baila! El miedo es un gas que se cuela por las rendijas y se expande, por eso hay tantos afectados por este nuevo pánico social. Estos tipos comparten modus operandi con otros más, el sindicato de la delincuencia tiene innumerables franquicias repartidas por toda España sin que el Ministerio del Interior pueda hacer otra cosa que contarlos con una tiza. Es posible que el cabecilla detenido en la última operación supiera dar razones de la banda que asaltó a la mayor parte de las casas de El Vilosell, en una misma noche, sin que ningún vecino se coscara de la movida. La clave la tiene el teléfono móvil del alcalde, gracias a él sabemos que llamaron a Rumanía, porque les hacía ilusión contarle a sus madres lo bien que les va el trabajo por aquí.

La banda que asaltó Vilosell eleva un punto el refinamiento criminal: entre otras cosas también robaron aceite de oliva, son tipos cultivados que prefieren un aceite en crudo antes que la tele de plasma. Por lo tanto, extremadamente peligrosos. Y, por supuesto, los ahorros de sus fechorías los tendrán en actividades completamente lícitas y dignas de toda transparencia. Una vida dedicada a la delincuencia no se puede extraviar por culpa de unos sellos en mal estado. Una cosa es que te llamen delincuente y otra ingenuo.

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