Allá en el convento

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Las cámaras de televisión se fijan en los partidos y en los entrenamientos pero no cuentan nada de la vida en el hotel. A estas alturas de competición (y para lo que algunos estiman que les queda en el convento), las relaciones entre jugadores dan para un manual de Aquilino Polaino, ese psiquiatra que quitaba las dudas con calambrazos. Diez días de estrellonas del balompié compartiendo habitación son un gran hermano insuperable del que nos llegan notas sueltas. Se supone que la concentración eleva la moral y neutraliza las hormonas que destilan cuerpos jóvenes y acostumbrados a la marcha, pero también pueden caer en la memez de unos ejercicios espirituales. La idea es que entonen el Amo a Laura en la ducha, pero gracias a internet los futbolistas se pueden escapar de la prisión-escuela que les montan para cada sarao internacional.

El actual técnico italiano, Marcello Lippi, hace lo contrario que su antecesor, Giovanni Trapattoni (adicto al agua bendita y a visitar jugadores en sus habitaciones para confesarlos). Lippi tira por el lado iconoclasta y a riesgo de ser tomado por sacrílego, prefiere evitar que un defensa sediento tome el agua del Jordán por bebida isotónica. Es que una concentración como Dios manda, sin capellán y sermón previo, no es lo mismo. Velar armas con la play o chateando con los fans es poco serio.

Además, como por algún lado tienen que salir las calenturas lo que hacen es fomentar a un grupo de salidos que se dedican al onanismo, o miran con ojitos tiernos a su masajista. El sistema no sabemos si es idóneo pero no se conoce alternativa. Más bien parece estar pensado de cara a la galería, para contentar a los forofos, de otra forma no se explica que las habitaciones del hotel suizo donde se concentró Brasil se subastaran a precio de oro por internet.

Los afortunados pudieron entrar en la habitación caliente de Ronaldo, Ronaldinho y Roberto Carlos. Pujaron por meterse en las sábanas blancas donde Ronaldo soñó con Raica Oliveira a balón parado (y quizá con otras, pues para dormir cuenta garotas conocidas que saltan una valla, método que le mantiene fresca la memoria y le lleva al sueño).

Aunque en las habitaciones mezclen a veteranos con novatos y mantengan el debido respeto a sus mayores, 10 días después de oler la colonia de Beckham (sin ser de la familia Adam’s), ha de volverse harto duro. Más que cantar letrillas de excursión rasgando una botella de anís.

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