Los ofendidos con el santo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Apenas un año juntos y no se ponen de acuerdo para acudir a las celebraciones oficiales del Día de Galicia, hay parejas que de la convivencia hacen un oficio de alto riesgo, un equilibrio inestable a la par que agotador. Quintana dejó plantado a Touriño ante los pies del Apóstol Santiago, en el mismo altar y con las flores en la mano, según el BNG la ofrenda es más bien «afrenta» digna de «los tiempos de Fraga». Aunque a los nacionalistas gallegos les duela reconocerlo, la ceremonia viene de 1643, idea de Felipe IV; por lo tanto antes de Fraga había ceremonias, es una realidad. Más bien parece que es una cuestión de celos, (tú a Boston y yo a California), y le da la oportunidad a Núñez Feijoo para decir que Touriño es el presidente que no preside, que es tanto como decir el que reza pero no cree, o el que hace ofrendas por cuenta ajena. Resulta insólito que desde la vicepresidencia de la Xunta se acuse a Touriño de exceso de protagonismo por cumplir con una tradición centenaria que es, además, ceremonia oficial de las que vienen en el calendario.
Después del «Viva Fermín», aquel que toda la vida fue conocido por San Fermín hasta llegar el chupinazo laico de Pamplona, podemos adentrarnos en el Día de Santi, a celebrar con unas nécoras y unos cánticos todos los 25 de julio. Y convertir el Camino de Santiago en la Ruta del Santi, todo quedaría más iconoclasta, más faltón y más que se jorobe Dios. A Quintana no le gustaba ir del brazo del presidente a la catedral, agarraditos los dos como en una letra de María Dolores Pradera, y mucho menos rendirle pleitesía a quién es patrono de España. Dentro de los esquemas de lo políticamente correcto, y más estos días, tener una figura con el sobrenombre de «mata moros» no es muy conveniente, pero todo hay que situarlo en su contexto histórico. Quizá lo de Quintana tampoco se entienda pasado el tiempo, o lo que es igual: esto le pasa por cogobernar con un creyente. Entre los pactos previos hay que dejar claro si se va a misa, o no, o si se tiene alergia al botafumeiro.

La ofrenda al Apóstol ha tenido otros episodios singulares en nuestra historia reciente como cuando al general Mohamed Mizzian le tocó representar a Franco, fue de gran comentario jocoso que un rifeño rindiera pleitesía a un santo batallador contra los moros. Si se lee el libro de María Rosa de Madariaga, hija del diplomático y escritor, Los moros que trajo Franco, se verá también que Mizzian tuvo poco de santo y más de especialista en escabechinas en la Guerra Civil. El encargo debió ser parte del sentido del humor del General que era muy suyo.

Touriño hizo la faena esperada en la catedral: que nos vaya bien y no nos hagamos daño, y que el Apóstol nos ampare incluso de nuestros amigos. Y también una petición por la paz en el mundo, (sacado del ideario de Miss Venezuela), o en su defecto que Blanco no opine mucho para no enfadar a Israel.

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