(“EL BOLETIN“, viernes 4 de abril 2014)

En una cosa coincidiremos con Esperanza Aguirre: los agentes madrileños de movilidad aparcan la moto dónde les sale del pito, (silbato mejor), y se suelen comportar como si fueran la escolta motorizada del presidente Obama. Y no. Vamos, que no.
A partir de ahí la ex presidenta pierde la razón porque por muy pesados que sean en los trámites no le da derecho a tirar de bata de cola y ahí te quedas guapo que voy “acelerá”. Se acepta con gallardía la multa, se recurre o se paga, y a otra cosa porque no vamos a hacer de una anécdota de circulación el centro de la vida política española.
Detalles a tener en cuenta que se han pasado por alto: el incidente es en Callao, bajo la ventana de Tomás Gómez, (¡uy, uy!), ella de “callá” no tiene nada y menos en Callao, los agentes dependen del Ayuntamiento de Ana Botella que anda a la gresca con Ignacio González para establecer si es más peligroso perder la capital o la Comunidad en las próximas elecciones. El agente que le retuvo igual quería una foto con ella, según cuenta es lo que le pidieron los municipales que llegaron siguiéndole hasta su casa. Aguirre tiene cuenta en Bankia, lo cuál es casi un gesto de dignidad regional teniendo en cuenta los bajonazos que ha sufrido esa Caja en los últimos tiempos. Aguirre considera que la línea del Carril Bus es una simple convención trazada para hacer la vida imposible a las personas que quieren sacar dinero de un cajero, y por eso lo utiliza para dejar aparcado su coche. Y, por último, ¡esas motos las cruza el diablo!
Con esos argumentos y un letrado en condiciones se puede ir a un juicio de faltas que será la sensación de la temporada. En el caso de los vigilantes sería de interés para ellos saber si Madrid tiene tratado con la base Juan Carlos I en la Antártida, no fuera que acaben allí regulando el tráfico de osos polares.

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