Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Sólo llevo tres días en Marbella, pero dentro de mí se ha instalado una sensación de perplejidad que ya no me abandonará en todo el verano. Es como si asistiera al fin de una época. Marbella agoniza y la gente se marcha sacudiéndose el polvo de los zapatos. Huyen las ratas, y a lo lejos suena un eco que se estrella contra el canto del muecín: ¡maricón el último! Esto se contagia. Hoy me he levantado dispuesta a comprar información para ilustrar la decadencia. Aviso: 50 euros por cada negrita. Si la negrita pertenece a Pedro Román o a Carlos Fernández y trae foto adosada, triplico la oferta. Pero tranquilos, que soy de buen conformar. Me vale Mayte Zaldívar en picardías o Pantoja con cara de perro. También ‘Paquirrín’ en tanga (aunque no me haré cargo de la indemnización por daños y perjuicios a la sensibilidad de los lectores). O Bárbara Rey comiéndose un croupier por los pies (todas las noches, en el casino, se zampa alguno).
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