No siempre el pasado fue mejor

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Un museo del Atlético de Madrid debería tener una vitrina vacía donde guardar respeto por los trofeos que nunca llegaron, por ejemplo la Copa de Europa que nos arrebató el Bayern de Munich. Un museo del Atlético debería tener un muro de las lamentaciones donde llorar las ocasiones perdidas, los goles cantados y todas esas veces en las que se nadó para morir en la orilla, pero con una gloria que ya quisieran otros equipos de presupuesto mayor.
Parodiando la pintada de mayo del 68: «Ellos tienen el gol, nosotros la poesía». Y, por supuesto, un cuarto de los vientos con el batir de las bufandas que en tiempos de crisis levantaron remolinos de melancolía; maldita sea la suerte que nos besó en la boca para luego dormir en casa de otro, maldita sea qué me hizo del Atlético, (no se conoce película en la que los indios hayan tenido un final feliz). No todo es la victoria, el Atlético es tan utópico que renuncia al oro como aquel gesto de Cyrano al entregar su bolsa. Ganar no es el fin.

Tampoco estaría mal poner unas vasijas como las que los romanos utilizaban para recoger las lágrimas en los duelos. Y mucho Atleti por todas partes, curiosa vocación que vuelve creyentes a los agnósticos aunque sea durante noventa minutos los fines de semana. En cada copa que brilla hay mil catarros cogidos en un asiento del Manzanares. Nadie ha llorado más sobre esos trofeos que los atléticos; los domingos por la noche, cuando la cosa salía mal, en los puentes de la M-30 he visto las caras de los exiliados cruzando la frontera por Hendaya. Recuerden aquel anuncio en el que el abuelo le contaba al nieto que muchos goles se fallaron, muchos partidos se perdieron, pero no hay nada igual a cuando el Atlético mete un gol.

En el sentido emocional del término el museo del Atlético de Madrid es equiparable con el de la Legión Extranjera: todos fueron valientes y entregaron su vida con honor. Por lo tanto se ruega un poco de silencio como cuando se pisa suelo sagrado. Es el único equipo en el mundo que regresó del infierno para sacarle la lengua a los ángeles (iba para una temporadita pero se quedó dos, quien desprecia el oro también desprecia el tiempo). Para que fuera un lugar de culto completo debiera permitir un columbario para depositar las cenizas de los aficionados que murieron en la fe de la resurrección en forma de victoria, ya que cayeron por el equipo que al menos la historia los recuerde con nombres y apellidos.

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